Capítulo 46
—¡Cállate! —exclamó Mónica, apretando los dientes mientras miraba a Nieves.

—¿Por qué debería callarme?

—¿Con qué derecho me mandas callar? ¿Crees que seguimos en la época feudal? Las mujeres hace tiempo que se emanciparon. ¡Púdrete!

Nieves arrojó el resto de su café sobre él y se marchó con un movimiento fluido y natural.

Al girar, a través del cristal de la ventana, vio a Julio esperando fuera.

Por alguna razón, aunque segundos antes se sentía invencible, al encontrarse con los ojos de Julio, sintió una inexplicable timidez.

Apresuró el paso hacia él y lo miró frunciendo el ceño: —¿Qué haces aquí?

—Venía a protegerte, pero veo que no hago falta —respondió Julio con sinceridad—. Aún me debes una comida.

Este tipo, dice que viene a protegerla, ¿pero en realidad viene a cobrar?

Nieves no sabía si reír o llorar. Sin mirar atrás ni una sola vez, asintió: —De acuerdo, vamos a comer ahora.

Con total naturalidad subió a su coche y se sentó en el asiento del copiloto. Cualquiera que los viera
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