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—Carlos, ayúdame. Me siento muy mal. Me ha vuelto a atacar el asma. ¡Cof...!

Laura siguió tosiendo y sus lágrimas mojaron el cuello. Pero ya no podía despertar el amor de Carlos.

Carlos llamó a la ambulancia y la miró con impaciencia.

—He llamado a una ambulancia. Espera aquí. Creo que los médicos son más profesionales que yo.

Laura lloró más fuerte.

—Carlos, ¿por qué me ignoras? ¿Es por Natalia? ¿Qué diablos te ha dicho?

Levantó la cabeza y me miró con resentimiento mientras lloraba.

Me encogí de hombros y dije inocentemente:

—Laura, me has calumniado. No hice nada.

Ya no quería perder el tiempo con ellos.

Me fui en dos zancadas.

Pero Carlos me agarró la mano.

—Natalia, ¿por qué no esperaste a que volviera y te explicara ese día? Dije que te compensaría. ¿Por qué la denunciaste a la policía? Somos novios. ¡Qué malo es dañar la reputación!

Con el rostro sombrío dije fríamente:

—¡Suéltame!

Carlos se sobresaltó y soltó mi mano.

Supuse que nunca me había visto así en los últimos cinco año
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