Después de todo, aunque Mariano la quisiera mucho, Leticia era su verdadera nieta. Él podía aceptar que su nieta fuera castigada, pero no podía ver con sus propios ojos que siguiera sufriendo.
Ella se levantó y se frotó las piernas entumecidas por estar en cuclillas:
—Abuelo, usted ha sido bueno conmigo, puedo ceder, pero ella no necesariamente va a cambiar.
Una y otra vez le había dado oportunidades, pero ella siempre causaba problemas una y otra vez.
Mariano suspiró:
—Tranquila, cuando salga la encerraré directamente en la casa ancestral y no la dejaré salir a molestarte más. Si hay una próxima vez, definitivamente no tendré la cara para venir a suplicar otra vez.
Un mayor suplicando por un menor, había perdido mucha dignidad, y siendo Silvia la persona en cuestión, había tomado una gran decisión.
Si no fuera porque Roberta y Carlos venían una y otra vez a rogarle, llorando y mostrándole videos, no se habría metido.
Silvia asintió. Podía ignorar a Carlos y Roberta, pero no tenía cora