Llegamos a la mansión, y sin esperar a que, como siempre, me abriera la puerta, bajé del auto y me dirigí rápidamente hacia el interior. Necesitaba estar sola. Debía reflexionar, encontrar respuestas que solo yo podía darme. Unas cuantas horas a solas conmigo misma eran justo lo que necesitaba.
En mi apresurado andar, tropecé con Kirsten. Pensé que querría hablar o pedirme explicaciones, pero no; simplemente se hizo a un lado y me dejó pasar, un gesto que agradecí con una sonrisa desganada. Se lo agradecí de corazón, pues no quería ser atormentada en ese momento.
Entré a mi habitación y cerré la puerta con seguro. Cerré todas las ventanas y apagué las luces. Me senté en el suelo, abrazando mis rodillas, con la espalda apoyada en el pie de la cama. Apoyé mi frente en mis rodillas, hundiendo mi rostro entre mis brazos. Sumida en la oscuridad y calidez de la habitación, cerré los ojos y dejé que mis pensamientos fluyeran. Solo había una pregunta que resonaba en mi mente, una que podría t