Cuando finalmente recobré un poco la compostura, tomé la camisa y me la puse. Me levanté de la cama y comencé a caminar hacia la puerta. Justo cuando iba a abrirla, escuché su voz.
—¿A dónde vas?
—A mi habitación, necesito tomar un baño y cambiarme de ropa —respondí, aún de espaldas.
—¿Estás enojada?
—Más conmigo misma.
—Perdón por forzarte, es solo que...
—No hace falta que digas nada. La verdad no estoy enojada contigo; si me enojara, sería conmigo misma —al final le dejé hacer lo que quiso, porque si realmente me lo hubiera propuesto, lo habría apartado.
—¿Entonces seguimos como antes? —me giré y lo miré a los ojos.
—Claro —sonreí, viendo cómo el alivio inundaba su rostro. Sinceramente, no permitiría que algo así cambiara nuestra relación. Además, ¿a quién pretendo engañar? Me gustó demasiado. Así que no me voy a hacer la ofendida.
—Nos vemos luego entonces.
Asentí y salí de la habitación. Caminé suavemente por los pasillos cuando choqué de frente con alguien. Por favor, que no se