En nuestro diario vivir, todos experimentamos altas y bajas; algunas situaciones ventajosas y otras contraproducentes. Quizá pensemos que el mundo está en contra nuestra, pero la realidad del asunto es que siempre hay alguien a quien le va peor que a uno; y mientras hay personas que buscan sobresalir sin importar la dificultad, otros sucumben ante la dificultad y la desesperación. Fabián ha vivido una vida difícil y complicada, ha tomado malas decisiones y se encuentra pagando el precio de las mismas. Debido a la dificultad que la vida le ha presentado, Fabián vive su vida sintiéndose solo y sin esperanzas de alguna mejoría, pero todo esto está a punto de cambiar al cruzarse en la vida de Araceli. Araceli también ha vivido una vida difícil y complicada, aunque se siente optimista; siente que nada nunca le sale bien y eso la llevado a cuestionarse si vale la pena seguir. ¿Qué tipo de interacción pueden tener dos personas que sienten que la vida les ha pagado mal? La vida tiene una manera extraña de hacernos entender que las cosas pasan por alguna razón y que todo tiene su propósito de ser; Fabián y Araceli juntos, pero separados; aprenderán esta valiosa lección. Al final de todo ambos descubrirán que todos tenemos nuestras batallas, pero al final del día, la vida es un tesoro valioso digno de vivirse sin importar la dificultad que se nos presente.
Leer másDicen que la casualidad no existe en el destino. ¿Cuán cierto puede ser? Antes no tenía estos pensamientos; vivía sin miedo y apático a todo. Se podría decir que, me acostumbré a la soledad. A pesar de estar rodeado de personas, soy yo quien no siento que puedo encajar aquí.
Antes de salir del apartamento, cotejo que tenga el cuchillo dentro del bolsillo. Teniendo todo asegurado, salgo en busca de reunirme con mis amigos en la esquina.
—¿Qué hay con esa cara de pocos amigos, Fabián? — cuestiona Cesar, descansando su mano en mi hombro.
—Es la única que tengo.
—¿No tienes otras respuestas, siempre tiene que ser la misma?
—¿No tienes otras preguntas, para evitar que la respuesta sea la misma? — le imito irritado.
—Lo que sea— quita su mano de mi hombro y atrae a los demás—. Tengo sed y no hay agua cerca. Hay que darnos prisa.
Todos captamos la referencia. Antes de retirarnos, me hace entrega de la mascarilla roja que debo ponerme y no pierdo mucho tiempo para hacerlo, no quiero que vayan a reconocer mi rostro. No traje la motora conmigo porque no quiero ser descubierto y ya que quedamos en esta cuadra, que queda bastante cerca de mi apartamento, no encuentro necesidad de arriesgarme. Cesar localiza a la desafortunada víctima de esta noche, nos hace seña para que entre todos detengamos al hombre y lo presionemos a entregar su billetera. Mientras todos lo acorralan, mi brazo se aferra a su cuello y siento sus temblores.
—No queremos lastimarte, solo danos lo que tienes encima y nadie resultará herido— hago la advertencia, mientras el filo de mi cuchillo se posa alrededor de su garganta.
Sin protesta, saca la billetera y todo lo que tiene en su bolsillo hasta vaciarlo y se lo extiende a Cesar.
—Buen chico, ahora puedes irte— dice Cesar, y automáticamente dejo ir su cuello.
En instantes el hombre se pierde entre la oscuridad de la calle y todos crean un alboroto para dividirse el dinero. Guardo el cuchillo en el bolsillo y Cesar me extiende unos pocos billetes.
—¿Eso era todo lo que tenía? — pregunto incrédulo.
—Solo te reduje unos cuantos, gracias al favor que te hice hace unas pocas semanas.
—Cabrón... — guardo los billetes dentro del bolsillo bajo protesta.
No es la primera vez que hace lo mismo.
—Vayamos por unas cervezas. Tal vez encontremos algo mejor y puedas ganar más— sonríe malicioso.
Sigo el camino detrás de ellos hacia el bar de la calle #12, sin motivación o energía de estar en este lugar, pero todo sea para reducir el estrés de los últimos pésimos días que he tenido. Unas chicas se unen a nuestra mesa para hacernos compañía, una de ellas se sienta en mi regazo y la empujo automáticamente al sentir su asqueroso cuerpo sobre el mío. No soporto a las mujeres como ella, solo me trae recuerdos de mi madre y los trabajos que ejercía. Le he cogido repelillo a las mujeres, todas son igual de sucias.
—Quítate, no estoy buscando servicio— la freno con disgusto, mientras ella se levanta del suelo.
—Relájate, hermano. Ella solo quiere hacerte compañía— dice Julián.
—No necesito compañía de nadie— vuelvo a sentarme y tomo de la cerveza.
Parte de la noche fue tomando, Cesar y los demás estaban tan envueltos con las chicas que, como la gran parte del tiempo, estoy seguro que se quedarán con ellas. Tengo que conseguir dinero para pagar la renta o van a echarme a la calle y luego no tendré a donde ir. Lo mejor será hacer las cosas por mi cuenta y quedarme con lo que genere. No me gusta tener la idea de seguir órdenes o de compartir. A fin de cuentas, el que debe hacer el trabajo difícil siempre soy yo, para que otro pendejo se quede con parte del dinero.
Escapo de la vista de todos y camino por la acera mientras enciendo un cigarrillo. La noche está sumamente calurosa, el chaleco hace que se sienta el doble de caliente. Veo una congestión de personas en la cera, para ser un poco más específico, es un grupo de mujeres. Escucho sus risas, pero la verdad del asunto es que, me importa poco lo que esté ocurriendo, solo necesito pasar. Viendo que ninguna se digna a moverse, espero a que un auto pase y cruzo por la carretera, cuando siento el impacto de una persona que, literalmente, casi me envía directamente al hospital. Caemos con la mitad del cuerpo en la cuneta. Levanto la mirada enfurecido y veo a la mujer más horrorosa que alguna vez haya visto. No solo por su sobrepeso, sino más bien por su cabello negro despeinado, las pecas que cubren ambas mejillas y todo el maquillaje corrido, como si hubiera estado llorando. Dejándome llevar por el gentío y su apariencia, ha de haber estado siendo intimidada.
—Quítate de encima mí—mascullo.
Sus ojos negros se fijan en mí y, de la manera en que me mira, un escalofrío recorre mi espina dorsal. Es como si con solo esa mirada, me hubiera dicho hasta del mal que voy a morir.
—Cretino.
No logro procesar su insulto, cuando las luces de un auto me ciegan por completo y un chillido aturdidor se agudiza en mis oídos. Toda mi visión se va a negro, no recuerdo absolutamente nada más. En el momento que despierto, caigo sentado en la cama y presiono mi pecho. ¿Qué demonios ha sido eso? Abro los ojos apresuradamente y en el escenario que me encuentro, no puedo reconocerlo. No sé dónde m****a estoy, este cuarto no es mío. Mi cuerpo se siente extraño, pesado, cansado y adolorido. Bajo la mirada y veo un bulto por encima de mí, quise creer que se trataba del grosor de la sábana, pero en el momento que la quito de encima, veo cómo mis piernas están hinchadas, inflamadas o rellenas, no tengo ni maldita idea de qué se trata todo esto. Mi piel se ve mucho más blanca y suave. ¿Dónde está mi abdomen plano? ¿Qué demonios es esta grasa y montañas? Siento que algo en mi pecho se mueve con los bruscos movimientos que hago. Observo que de mi pecho algo sobresale y agarro lo que es por encima de la camiseta blanca que me cubre, mi cuerpo se acalora cuando toco eso tan blando y suave, motivo suficiente para dejar de hacerlo. Miro dentro de la camisa y veo dos enormes senos incrustados en mi pecho. ¿Qué es esto? ¿En qué momento los pusieron ahí?
—¿Tetas? ¿Carne? ¿Pechugas? — tapo mi boca al oír que mi voz no suena varonil como de costumbre, sino muy fina como la de una mujer—. ¿Mujer? — me levanto de la cama con dificultad, estoy pesado y agotado.
Bajo la ropa interior y veo que son parecidas a unas enaguas, pero con puntitos de colores, creo que puedo colar café en ellas. Voy en busca de encontrar mi pene, ya que ni siquiera puedo verlo debido a las montañas o sentirlo entre mis sacos de pierna. Busco palpar en esa área, pero lo único que siento es como si tuviera una herida abierta, tal vez una especie de tajadura y se siente húmedo. ¿Será que me estoy desangrando?
Corro a la gaveta en busca de un espejo y encuentro uno pequeño, parecido al que usan las mujeres. Incluso la ropa que hay en la gaveta es de mujer. ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasándome? ¿Estoy soñando? En el momento que veo mi rostro en el espejo, veo el rostro de la misma mujer horrorosa con la que caí en la carretera.
—Esa mujer me hizo un brujo. Espera, ¡mi pene! — llevo el espejo a donde se supone que este mi pene, pero lo que veo es una tajadura, como si me lo hubieran removido mientras dormía—. ¿Dónde demonios está mi pene? ¡Ha desaparecido! — vocifero.
—Hija, ¿te encuentras bien? — escucho la voz de una mujer al otro lado de la puerta y hasta el trasero se me cierra.
¿Quién demonios está ahí?
—Tú me dijiste que no te gustaba. ¿Por qué me tocas de esa manera, Fabián?—¿Por qué tienes que preguntar eso ahora?—Porque no soy un juguete que puedas manosear cuando quieras, luego de haberme menospreciado tanto.—Es cierto, lo hice muchas veces, pero ahora es distinto.—¿Distinto?—Siento que te he ido conociendo un poco más, aunque a ciencia cierta no sé qué ha cambiado. Todas las mujeres que por lo regular se me acercan, me dan asco y no puedo tolerarlo. En cambio contigo, por alguna razón, no me sucede eso. Al contrario, ahora mismo siento la necesidad de tocarte, besarte y hacer otras cosas más — me siento en la cama.—¿Hacer qué cosas?—Abre las piernas y quédate quieta.—¿Qué es lo que vas a ha
—¿Tienes una idea de lo mucho que se puede malinterpretar? ¿Cómo puedes ser tan descarada y burlarte de eso?—Pero si fuiste tú quien lo dijo. Luego tuve a mi madre investigándome sobre eso. Ella piensa que tú y yo tuvimos algo.—¿Y no le explicaste? El día que saliste de aquí, dijiste que irías a contarle la verdad.—¿Y piensas que va a creerme? Según el médico, nosotros estuvimos en coma por tres meses.—Buen punto.—No sé qué fue lo que sucedió, pero todo se vio tan real. Aunque, por alguna razón, todo luce distinto ahora.—¿A qué te refieres?—No lo sé, pero tu forma de tratarme es distinta y me gusta más esta.—Mejor cállate y ayúdame a levantar.&mdas
—Debes comer antes de que se enfríe. En este lugar no hay nada y sé que estás hambriento.—Gracias.—Esto hacen los amigos, ¿no? Por cierto, ¿dónde están tus muletas? — las vio a lo lejos y entró a recogerlas—. Debes caminar con ellas, puedes lastimarte o incluso caerte si no lo haces.—No me acostumbro a usar eso.—Tendrás que hacerlo, aunque no te guste — me las trae para acomodarlas en su sitio y ayudarme a caminar hacia el cuarto.—Todo está hecho un desastre.—Nada que no se pueda reparar. ¿Sabes quién pudo haberlo hecho? Tal vez, ese tal César.—Es el único que se me cruza en la cabeza.—No volverás a eso, ¿verdad?—¿Y puedo hacer algo estando de esta forma?
—¿Cómo que quién soy?El médico se acerca a ella a evaluarla junto a la enfermera y me le quedo viendo. ¿Qué quiere decir con eso de quién soy? ¿Está mal de la cabeza o qué?—Este joven estuvo involucrado también en el accidente. Según tengo entendido por testigos, fue quien salvó a su hija de algo mayor. No tengo conocimiento de si se conocen de mucho antes del incidente, pero es toda la información que puedo brindarles. Con respecto a ambos casos, necesitaré evaluarlos a profundidad, ya que aún no logro dar con una posible causa del estado en que ambos estuvieron. El cuadro de ambos y signos vitales eran muy similares, es algo de lo que no puedo tener una explicación médica comprobada o precisa.—Araceli, no sé lo que está pasando, ¿pero por qué finges no conocerme? —
Me empuja fuertemente por el pecho y su mano aterriza en mi mejilla.—Eres un pervertido. ¿Cómo te atreves a besarme y meter tu lengua en mi boca? — su fatiga no le permite hablar claramente—. Si llegaba a saber que eras capaz de esto, jamás hubiera aceptado quedarme aquí contigo.—Entonces lárgate y déjame solo. Soy yo quien jamás hubiera aceptado que una mujer como tú se quedara en mi casa a querer criticar todo lo que tengo. Maldigo el maldito día en que esto tuvo que pasar y tuve que tener la mala suerte de conocerte.—Bien, ya lo he entendido. ¿Quién en su sano juicio o por decisión propia querría estar al lado de alguien tan despreciable como tú? Adiós — se levanta de la cama y, sin recoger sus cosas, sale del cuarto y de la casa corriendo.Debo estar acostumbrado a la soledad. A fin de
Me como la comida que preparó en silencio, mientras ella solo me observa.—Te daría medicina, pero desafortunadamente mi cuerpo nunca responde a ellas.—¿Y quién podría responder? Debes tomarte el pote entero para que te haga algo. Es insoportable este dolor. No me gusta sentir esos labios tan resbalosos, es asqueroso. Además, esa toalla que me diste es incómoda. Me guaya la raja.—Tendrás que soportar los siguientes tres o cuatro días con la quebrada salida de su cauce.—¿No hay una forma de quitarme esa basura de ahí? No lo sé, ponerme una gasa. ¿No es eso lo que le ponen a las heridas y detiene el sangrado? La tela de una gasa es mucho más suave que la lija que tengo ahí.—No quiero imaginar lo que voy a tener que vivir contigo desangrándote y haciendo este teatro todos los d&
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