LEVIEra hermosa. Todo en ella era simplemente impresionante. Desde la impactante rebeldía que ardía en sus ojos esmeralda hasta la ferocidad natural con la que se movía.Era audaz. Brillante. Ingenua. Bajo toda esa valentía se escondía una seductora inocencia que me atraía como el canto de una sirena.A pesar de la enorme cicatriz en su frente, seguía siendo, sin duda, la mujer más atractiva que jamás había conocido.Fue una estupidez. Fui estúpido al pensar en esto. Debería matarla. Intentó matarme a mí, el Alfa. Fue una traición imperdonable. Nadie se inmutaría ante su muerte. A nadie le importaría, ni siquiera a Stefan.Sería tan fácil romperle el cuello, pero…Sus ojos estaban fijos en mí, como si desconfiara de mí, y yo la miré con una sonrisa burlona, como un maestro orgulloso, solo para desatar mi furia en esos hermosos ojos.—¿De qué estás hablando, hermano? Stefan soltó una risita nerviosa. —No es más que una inútil…—Alfa —lo corregí, mirándolo de reojo. Su cuerpo se tensó
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