AMBER PIERCECuando abrí los ojos estaba en la cama nueva. El colchón no tenía el aroma de la varonil loción de Byron, mezcla amaderada combinada con tabaco y cuero. Me levanté con resaca emocional, una presión en el pecho que me asfixiaba y el ánimo por los suelos. Apreté y aflojé la mano un par de veces, mis nudillos estaban más inflamados que anoche. —Por fin despiertas —dijo Byron saliendo del baño con la camisa desabrochada y el cabello aún mojado—. Todavía recuerdo cuando te levantabas temprano para hacerme el desayuno. —No te preocupes, encontrarás a alguien más que lo haga, sino es que ya la encontraste —respondí con la voz rasposa y fastidiada. Cuando pasaba a su lado, directo al baño, no pude evitar sonreír y voltear hacia él—. Por cierto, ¿cómo sigue Karen? Supe que, cortésmente, la acompañaste al hospital. Me imagino que pasaste toda la noche ahí. ¿Le tendrán que cortar la nariz?Noté cierta tensión en sus mandíbulas, pero una sonrisa torcida, como si en el fondo le dier
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