La mano derecha de Magnus estaba herida, y la herida era profunda, lo que dificultaba muchas de sus tareas. No le gustaba que lo cuidaran ni que lo tocaran, pero Zara era la excepción. Se había convertido en su cuidadora personal, atendiendo sus necesidades diarias.—Señor Voss, es hora de tomar su medicina —Zara entró en la habitación, sosteniendo un vaso de agua y unas pastillas.Magnus, que había estado revisando documentos en su estudio con una expresión severa y helada, de repente se suavizó. Extendió la mano, tomó las pastillas, las puso en la boca y dio un sorbo de agua, pero se detuvo abruptamente.—¿Qué pasa? —Al ver que no las había tragado de inmediato, Zara parpadeó con ojos inocentes, fingiendo preocupación.Magnus se obligó a tragar el líquido, más amargo que la marrubio, y luego respondió con calma:—Nada.—Sigue con tu trabajo. Me voy ahora. —Zara tomó rápidamente el vaso y salió del estudio. Al mirar el líquido restante, comenzó a dudar de sí misma. —¿No está amarga e
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