Martha aguardaba paciente junto a la puerta principal de Industrias Reverte, las manos cruzadas sobre el bolso y el gesto profesional de quien ya intuía que aquella reunión no había sido fácil. En cuanto vio aparecer a Valeria, se adelantó unos pasos. —¿Tiene alguna otra visita, señora Blake? —preguntó con cautela—. Su marido desea que vaya directamente a la sede del Conglomerado Blake. Valeria soltó un suspiro, cansado más que abatido. En realidad, lo único que quería era llegar a casa, desnudarse del peso de aquel apellido y hundirse en el jacuzzi hasta olvidar la conversación con su padre. Aun así, la idea de ver a Leonard —de sentir sus brazos, su olor, su calma— no le pareció tan mala.
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