CAINE La incredulidad oscureció el rostro de mi padre. Tuve que cubrirme la boca; estaba a punto de reírme. No quería que se enfadara, pero joder, verlo perder la compostura por culpa de Samira era demasiado divertido.Mi madre rompió el silencio. —Tienes un par de ovarios, chica. —A diferencia de mí, no ocultó su diversión—. Mav, escucha lo que tiene que decir.Él pasó de estar recostado a inclinarse hacia adelante. Más que nunca, parecía una gárgola lista para saltar. Pasó un segundo, dos… luego se recostó de nuevo y le sonrió a mi madre. —Solo porque tú lo pides, Carmina.—Vamos, cuéntales —le dije a Samira.Ella me lanzó una mirada rápida. Luego, enfrentando a mi padre, se irguió todo lo que pudo. —Esta noche, un hombre entr&oac
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