—Ay, don Omar, hoy es un gran día para usted. Mire quien acaba de llegar, su amigo Konrad. El tipo sonrió afable, amistoso y sereno. Yo, en cambio, debí controlar el reflejo de vómito que me produjo el solo verlo. —¡Amigo mío!, recién supe lo que pasó y vine a verte —dijo el desgraciado en cuanto se acercó para abrazar a Omar, tomó asiento en el borde de la cama y fijó su cínica sonrisa en mí—. Hola, chico, ¡qué empleado tan fiel! Me costó horrores mantener la calma en su presencia, verlo allí era revivir todo lo que pasó en ese club. Mi interior se revolvió. Su mirada y la manera en que se expresaba, eran una firme amenaza.—Hijo, te ves tenso. ¿Sabes? Aquí cerca hay un bar increíble, podrías ir a distraerte. Abre temprano, a eso de las cinco de la ta
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