[ALYA]El viento corta como cuchillas. La lluvia cae sin pausa, y cada gota parece clavarme el recuerdo de lo que hice, de lo que dije, de todo lo que rompí. Alya está frente a mí, temblando, empapada, con el rostro perdido entre lágrimas y lluvia. Sus ojos me buscan como si no supiera si odiarme o abrazarme.—Por Dios, Alya… —susurro, acercándome despacio—. ¿Qué haces aquí?Ella me mira sin responder. Su respiración es entrecortada, su voz apenas un hilo.—No lo sé, Zaed… No sé nada.Doy un paso más. Mis manos se posan sobre sus hombros, temblorosas. Está fría. Su piel está helada como si el mar se hubiera metido bajo su ropa.—Tienes que venir conmigo —le digo, intentando sonar firme—. No puedes quedarte aquí sola.Ella niega suavemente, su cabello pegado al rostro, la mirada clavada en el suelo.—¿Para qué? ¿Para seguir huyendo? ¿De ti, de mi familia, de todo lo que destruyeron? —su voz se quiebra, y cuando levanta la vista, veo en sus ojos todo el peso de la verdad—. No hay lugar
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