[ZAED]]

El sol comienza a caer sobre la bahía de Miami, pintando el cielo de un naranja cansado que se disuelve entre los rascacielos. No sé si es el atardecer o el cansancio lo que me pesa más. Todo se siente distinto desde que supe la verdad sobre mi madre y Donato Marchesi; como si cada palabra que escucho, cada mirada, tuviera un significado oculto.

El teléfono vibra sobre el escritorio.

Alya.

Durante un segundo dudo en responder. Pero la voz en mi cabeza no me deja pensar demasiado. Contesto.

—Zaed… tenemos que vernos —dice sin rodeos. Su tono es urgente, casi desesperado.

Mi cuerpo se tensa.

—¿Pasó algo?

—Sí. Pero prefiero decírtelo en persona. Esta tarde.

—Dime dónde.

Hace una pausa.

—En el parque frente al hotel Mandarin. A las seis. No quiero que nadie nos vea.

Y cuelga.

Paso las siguientes horas sin concentrarme en nada. Ni siquiera Isabella, con sus preguntas insistentes y su sonrisa forzada, logra distraerme. “¿Por qué no hablas? ¿Por qué estás tan distante?”

Porque mi vi