Capítulo 41. Presentación. Después de que Rosa y Marcus se marcharan, la casa se quedó casi en silencio. Edith se retiró a su dormitorio y yo me quedé sin saber muy bien qué hacer. Después de pensarlo un rato, decidí subir al dormitorio y ver el estado de Lucien. Abrí la puerta cuando él se estaba poniendo la camisa. Su espalda tenía una herida muy fea, pero no parecía sangrar. —No te preocupes, he tenido heridas peores. Solo me quedará una cicatriz más. —¿Qué ha pasado? —Lo que pasa en las guerras: muertes y más muertes. —Entonces, ¿por qué vas a la guerra? —Hay cosas que no entiendes, Emilia —dice Lucien, cogiendo mi barbilla y mirándome a los ojos—. En ese justo momento creo que me va a besar y cierro los ojos como una boba, porque es lo que soy. Espero un beso que no llega y me siento idiota. Me alejo de Lucien unos pasos mientras él termina de vestirse y me siento cerca de la ventana. Desde ahí veo cómo los guerreros entrenan. —No sé por qué los miras si me tienes a mí

Capítulo 43. Secuestro No puedo estar más feliz. En serio, nunca lo he estado. Mi relación con Lucien va mejor de lo que imaginé, y Rosa está radiante con su embarazo. Aún recuerdo cuando se enteró: estaba aterrada y totalmente convencida de que Marcus la rechazaría. Pero él casi se desmaya de la alegría. Desde entonces apenas la veo. Marcus la cuida y la mima en exceso, pero supongo que es normal; ella y su bebé son su mundo y no quiere que sufran ningún daño, así que yo no lo culpo por cuidar de su familia. Aunque sea demasiado sobreprotector. Edith, en cambio, está rara. Más de lo normal, si es que eso ya es posible. Hoy, en el desayuno, apareció de la nada y dijo que me llevaría a entrenar. Ni siquiera me dio opción a negarme. Igual que vino, se fue dejándome con la palabra en la boca. A Lucien no le disgustó la idea de que entrenara; aquí todos lo hacían y yo, como su Luna, debía dar ejemplo. La verdad, nunca he entrenado antes. En mi antigua manada, solo lo hacían los de ran

Capítulo 45. DolorPov Lucien:No me puedo creer que Edith me haya traicionado.¿Cómo no lo vi? ¿Cómo no me di cuenta de que no era la misma de siempre?Gracias a ella, Elian podía entrar y salir de la manada como si nada. Nadie sospecharía jamás que la hermana del Alfa estaría ayudando al enemigo. Y sin embargo… lo hizo.No sé qué mierda le habrá dicho, qué truco o promesa le habrá susurrado al oído para ponerla en mi contra. Ahora no puedo pensar con claridad; no puedo ser racional. La mandé encerrar. No quiero verla, no quiero escucharla. Se quedará en su habitación, con guardias en la puerta, hasta que descubra toda la verdad. Si fuera cualquier otra persona, ya estaría muerta, pero claro tenía que ser mi hermana y no una hermana común sino mi hermana gemela.—Lucien —la voz de Marcus me saca de mis pensamientos —. Acabo de interrogar a Edith. Lo único que he sacado de ella son incoherencias. Creo que hay magia implicada en su estado. He hecho llamar a la hechicera.—Muy bien, Mar

Capítulo 47. Escapar. Me despierto confusa, hace tiempo que no sé si es de día o de noche. No puedo escuchar nada, creo que estoy sola donde quiera que esté. Abro los ojos despacio. Intento recordar lo que hice, creo que debí de quedarme dormida sentada contra la pared. Además, también creo que solo han pasado unas horas desde que Elian me trajo la comida, pero no se quedó conmigo esta vez y la comida sigue ahí, ya fría y podría decir que está solidificada. Por eso estoy más lúcida, creo que me pone algo en la comida para mantenerme a raya. Me fijo en la puerta y me doy cuenta de que esta no está cerrada del todo. El corazón me da un vuelco. Me arrastro despacio, sin hacer ruido. El cuello me arde; el maldito collar de plata sigue ahí, ajustado como una condena. Intento moverlo y la piel se me quema. No puedo quitármelo y eso me está volviendo loca. La cadena está suelta, eso sí. Elian la usaba para sujetarme a la cama, pero anoche debió dejarla mal enganchada. Quizás estaba ca

Capítulo 49. No estoy segura en ningún sitio. Bajo de la furgoneta sin saber muy bien qué hacer, no sé dónde estoy y, por el momento, no tengo a dónde ir. Necesito ponerme en contacto con Lucien, pero no sé cómo hacerlo. Si al menos tuviera uno de esos teléfonos… aunque, si lo pienso bien, ¿para qué? ¡Si no me sé su número! —Vamos, no pensarás quedarte ahí parada todo el día —dice la mujer que me recogió en la carretera, alentándome con sus manos. La sigo en silencio y camino tras ella hasta entrar en una casa. Ella deja su bolso y un par de bolsas sobre la encimera de la cocina mientras yo me quedo parada en la puerta. —Siéntate, vamos a quitarte eso y después podrás darte una ducha. Me siento en una silla mientras ella coge una especie de cizalla pequeña. La acerca hasta mi cuello y siento que puede acabar con mi vida en cualquier momento. ¿Quién me dice que no va a cortarme el cuello en cualquier momento? —Tranquilízate, si quisiera matarte, ¿no crees que ya lo habría hecho