Capítulo 31. Acorralada. Aquella noche Lucien no volvió a dormir en la habitación. Tampoco en las siguientes. Me sentía estafada conmigo misma; no entendía lo que me pasaba. Por una parte lo odiaba, y por otra, lo echaba de menos. Tampoco había recibido noticias de mamá, ni había vuelto a ver a Rosa. Suponía que estaba viviendo su propio cuento de hadas, pero yo no podía sentir otra cosa más que envidia y rencor. No hacia ella, sino hacia el mundo entero, porque todos parecían tener derecho a ser felices y libres… menos yo. Después de pasar casi una semana entera sola, decidí que era hora de salir. Tal vez, si daba un paseo por el pueblo, podría distraerme. Ya no pasaba desapercibida, pero prefería eso a seguir encerrada entre cuatro paredes. La tarde era templada y agradable. Caminé por la calle principal, observando los escaparates, hasta que llegué frente al de mi vestido de ensueño. El corazón se me encogió al ver cómo la dependienta lo retiraba del maniquí. Estaba segura de

Capítulo 33. Ultimátum. Pov Lucien: Nunca esperé que ese idiota me la jugara. Ni mucho menos que se atreviera a desafiarme. No debí aceptar el pacto con Draco, y mucho menos haber entregado a mi hermana para sellarlo. Pero esto se acaba hoy. Y ahora. Lo primero que hago es verla. Mi hermana entra en el despacho como si nada, con esa calma fingida que solo ella sabe usar cuando está furiosa. Se sienta frente a mí con desgana, cruzando las piernas y apoyando el codo en el brazo del sillón. —¿Qué desea su majestad? —pregunta, con ese tono burlón que me hace rechinar los dientes. —¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño? —Siempre has sido pésimo con las disculpas, pequeñajo… —responde con media sonrisa. —No me llames así, Edith. Sabes que no me gusta. —Lo siento —dice, sin sonar nada arrepentida—, pero aunque no te guste, sigo siendo mayor que tú por unos minutos. Eso me da derecho a recordártelo cada vez que respires. —Voy a disolver el pacto con Draco. Eres libre de romper tu lazo

Capítulo 35. Simplemente Edith. Pov Edith: Bajo las escaleras intentando asimilar que casi presencio un suicidio en directo. Si esto fuera una serie, me habrían dado un Emmy solo por mantener la compostura mientras sostenía a una chica colgando del tejado. Respiro hondo. El aire huele a polvo, a desesperación y a perfume caro. Perfecta combinación para describir a mi hermano y a su “gran amor”. Sí, lo he dicho. Amor. Lucien, el tipo que juró que nunca se enamoraría, que no necesitaba a nadie, que el compromiso era para los idiotas y que el corazón solo servía para bombear sangre… ahora tiene cara de viudo trágico mirando al vacío. Qué ironía tan poética. Me asomo al salón y lo veo sentado en el sofá, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. La mirada perdida. El gran Alfa Oscuro reducido a un hombre confundido, con el alma hecha trizas. Me apoyo en el marco de la puerta y cruzo los brazos. —Vaya, qué bonito espectáculo. Si me dices que vas a escribirl

Capítulo 37. Marca. La puerta del dormitorio se abre de golpe. Lucien entra a toda prisa, parece asustado y preocupado al mismo tiempo. —¿Estás bien, Emilia? —pregunta nervioso y agitado. Pero cuando me mira, se queda totalmente parado y en silencio. Creo que ya sé de qué va todo esto. Edith ha debido de organizarlo todo. Pero ya que está aquí, voy a aprovechar para hablar con él. —Estoy bien, no me ocurre nada —respondo bajito y un poco avergonzada por mi vestimenta. —¿Por qué llevas eso puesto? —su voz suena tensa, casi ronca. —Lo siento... Edith ha escondido toda mi ropa y solo me ha dejado esto. Si me das un momento, me pondré el albornoz. —No es necesario. —Sí, sí que lo es. Me he dado cuenta de que verme así te incomoda. —¡No! —dice casi gritando. Me quedo parada, sin saber muy bien qué hacer. —No me incomoda... o sí, pero no de la manera que tú crees, Emilia. —No te disculpes, Lucien —respondo bajando la mirada—. Me veo desnuda todos los días. Mis cicatrices son a

Capítulo 39. Se acabó la tregua. Pov Lucien: No hay cosa que más me joda que tener que marcharme ahora. Ahora que por fin he conseguido que Emila supere sus miedos y baje sus barreras conmigo; al fin es mi compañera completa. Pero no hay más opciones. No he llegado hasta aquí dejando que me pisoteen. Elian se ha pasado de la raya y no le voy a permitir ni una más. Tengo reunidos a todos los guerreros; nos encontramos en los límites de la manada de Draco, al que poco le queda para dirigir nada porque si no la hago desaparecer me la quedaré yo mismo uniéndola a las tantas manadas que ya lidero. —Lucien, creo que ya saben que estamos aquí —dice Marcus señalando una pequeña avanzadilla. En ese momento doy la orden a través del enlace mental. Todos mis guerreros me han jurado lealtad y están vinculados a mí y a mi lobo. "—¡Que el enemigo sienta el temblor de la tierra, que escuche nuestro aullido y sepa… que no habrá piedad!" Un segundo después mis guerreros se convierten en lobos