Alberto se quedó tres días sin acercarse más de lo necesario. Llegaba a la oficina temprano, hacía su trabajo de "consultor", y se iba sin pedir tiempo personal con Michaela. Era como si entendiera que necesitaba espacio, tiempo para procesar que el extraño haciendo análisis de riesgo corporativo era su padre.El cuarto día, Michaela lo encontró.Era tarde, casi las nueve de la noche. Nick estaba en reunión con abogados. Sara se había ido hace horas. Y Alberto estaba en sala de conferencias pequeña, rodeado de documentos sobre la conspiración de Ricardo, tomando notas meticulosas.—¿Puedo entrar? —Michaela tocó en marco de puerta.Alberto levantó vista, sorprendido.—Por supuesto. Es tu oficina. —Se levantó, como si ella fuera dignitaria visitando.—Siéntate. —Michaela entró, cerrando puerta—. Y deja de actuar como si fueras a romperme si dices algo incorrecto.—Hábito. —Pero se sentó—. Cuando pasas años en AA, aprendes a ser cuidadoso con todo lo que dices.—¿Cuánto tiempo? —Preguntó—

El lunes por la mañana, Nick llegó a Magno Marketing a las seis. Edificio estaba oscuro, silencioso, como mausoleo esperando entierro.Debería haberlo sabido entonces.Para las ocho, cuando empleados empezaron a llegar, algo estaba mal. Grupos susurrando. Gente evitando contacto visual. Gloria, su asistente de siete años, luciendo como si hubiera llorado.—¿Qué pasa? —Nick preguntó.—Reunión de emergencia. Noveno piso. Nueve en punto. —Gloria apenas podía mirarlo—. Nick, lo siento mucho.—¿Por qué te disculpas?Ella simplemente sacudió cabeza.A las nueve, sala de conferencias principal estaba llena. Todos los empleados senior. Directores de departamento. Líderes de equipo. Y al frente, como general dirigiendo ejército, estaba Sofía Reyes.—Gracias por venir. —Comenzó, voz clara y confiada—. Sé que últimos meses han sido difíciles. Escándalo. Batalla legal familiar. Empresa paralizada. Y ustedes... ustedes han trabajado con profesionalismo admirado.Nick entró desde atrás. Sofía lo vio

Junta directiva fue brutal.Siete personas alrededor de mesa, todos luciendo como querían estar en cualquier otro lugar. Linda Martinez, CFO externa, dirigió.—Situación es clara: Ricardo Santana arrestado. Cargos serios. Prensa está destruyéndonos. Accionistas en pánico. —Miró a Nick—. Necesitamos distanciarnos. Públicamente. Rápido.—¿Qué propones? —Nick preguntó.—Declaración completa. Tú, como CEO actual, declarando que no sabías de actividades criminales. Que cooperarás completamente con investigaciones. Que estás implementando supervisión nueva. —Linda empujó borrador—. Y anunciando cambios de liderazgo.—¿Qué cambios?—Alberto Santana como co-CEO. Michaela Torres ascendida oficialmente a COO. Yo permaneciendo como CFO pero con autoridad expandida. —Linda miró alrededor de mesa—. Esencialmente, diluimos poder de Nick. Mostramos que no es dictadura.—¿Me estás sacando? —Nick sintió defensa subiendo.—Te estoy salvando. —Linda corrigió—. Si vas solo a esa conferencia, prensa te de

La reunión con familia Rossini fue programada en territorio neutral: suite privada en hotel de cinco estrellas, con vista panorámica de la ciudad y suficiente espacio para que dos familias empresariales midieran fuerzas civilizadamente.Nick, Michaela y Alberto llegaron juntos. Frente unido. Democracia en acción.La familia Rossini ya estaba esperando. Vincenzo Rossini—patriarca de setenta años con cabello plateado y traje que probablemente costaba más que auto de persona promedio—presidía mesa. A su derecha, su hijo Claudio,

El veredicto llegó un martes gris, el tipo de mañana en que el cielo parece demasiado pesado para sostenerse. Michaela observaba la transmisión desde la sala de conferencias de Magno, con Nick de pie junto a la ventana y Alberto sentado en silencio al otro lado de la mesa. La voz del juez resonaba metálica a través de las bocinas, cada palabra cayendo como piedra en agua quieta.—Ricardo Santana, este tribunal lo condena a cinco años de prisión federal, con posibilidad de libertad condicional después de tres años. Adicionalmente, deberá pagar una multa de treinta y cinco millones de dólares por fraude fiscal y daños civiles.Cinco años. Michaela sintió algo extraño en el pecho, algo que no era satisfacción ni alivio. Quizás era el eco vacío de una guerra que nunca debió pelearse.Nick no se movió. Sus hombros permanecieron tensos bajo el traje gris marengo, los nudillos blancos donde apretaba el alféizar. Michaela se levantó, caminó hacia él y deslizó su mano sobre la suya. Los dedos