A sus ojos, yo jamás estuve a la altura de Sofía. Incluso cuando durante mi injerto, sufrí rechazo y sentía todo mi cuerpo como si miles de hormigas me devoraran, él solo respondió con indiferencia: —No es más que un poco de comezón, no seas dramática.Y enseguida se fue a acompañar a la Sofía del “dolor de cabeza”.Si yo decía un simple “no”, Adrián me atacaba diciendo que no era una Luna digna.Nuestro anillo de compromiso lo convirtió en un accesorio para regalárselo a Sofía.El día de mi cumpleaños me dejó sola, apagando mis velas, para ir a arreglarle una tubería a Sofía.Olvidó nuestro aniversario de novios y, en cambio, compró boletos de avión para llevar a Sofía a ver el mar.Todo lo vivido desfilaba frente a mis ojos.Ya debería haberlo soltado desde antes.Al irme, escuché detrás de mí la frase que Adrián dejó: —Ella solo es una exagerada, no le hagan caso.Esa noche recibí un mensaje suyo:Laura, no te enojes.Ya casi vas a ser Luna, compórtate con más madurez.Me quedé mira
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