Sasha ingresó al elegante despacho de abogados, ajustando discretamente su traje de pantalón y chaqueta, el único formal que tenía se lo había comprado de segunda mano y era un modelo de Michael Kors. Mientras se dirigía a la recepción miró el lujo a su alrededor y tragó saliva un poco nerviosa. La joven recepcionista levantó la mirada al notarla y Sasha le informó sobre su turno rápidamente. Después de proporcionar su nombre, la atractiva muchacha detrás del mostrador hizo una breve llamada telefónica para anunciar la llegada de Sasha. Esta miró hacia los costados nuevamente y se alisó una arruga invisible de su blazer oscuro. Bajo este no tenía más que una camisa lencera y tacos altos para completar su look. Aparte tenía una pequeña cartera negra de Louis Vuitton de monogramas que había pertenecido a su madre y ella amaba. Su atuendo la hacía sentir confianza aunque su corazón aleteaba con fuerza dentro de su pecho. No mucho después, se asomó por el pasillo una jovencita de aparienc

Nikita, con expresión seria, convocó a Sasha para revisar detenidamente el contrato que el abogado de Steven le había enviado con las modificaciones. Ambas se encontraban en una sala de reuniones a dónde condujo la abogada a su cliente, dispuestas a analizar cada cláusula del documento. — Sasha, este es el contrato actualizado. La revisión es crucial, y quiero asegurarme de que esté todo completamente en orden antes de presentárselo al abogado de Steven — comentó Nikita, entregando el documento a Sasha para que lo revisara. La rubia asintió y comenzó a examinar el contrato de forma exhaustiva. Aunque se sentía exhausta por las preocupaciones acumuladas, centró su atención en los papeles que tenía frente a ella. Mientras revisaba las cláusulas, su mente divagaba entre los asuntos legales y sus problemas personales. El deterioro constante de la salud de Ekaterina mantenía su corazón en un puño apretado, generando una carga emocional que se sumaba al agotamiento físico de todos los días

Sasha estacionó el auto en el estacionamiento del lujoso edificio de apartamentos privados que Steven le había indicado en el acuerdo, igualmente le había texteado y ella le había respondido de manera escueta. El motor del vehículo se apagó, y por un momento, Sasha permaneció sentada en el asiento del conductor, sintiendo la tensión acumulada en sus hombros. Miró el reloj en el tablero, la hora avanzaba, y sabía que no podía demorarse más. Respiró hondo y salió del auto, cerrando la puerta con demasiada fuerza tal vez, estaba nerviosa a quién quería engañar, no a ella. Caminó hacia la entrada del edificio, sus tacones resonando en el suelo. Al llegar a la recepción, anunció su llegada y esperó taconeando mientras le daban acceso al edificio finalmente. Mientras subía en el elegante ascensor hacia el piso indicado, Sasha no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Los recuerdos de su pasado con el padre de su hija amenazaban con inundarla, pero se obligó a mantener la calma. Recordó

Caminaron juntos DE LA MANO hacia la espaciosa cocina. Decir que el apartamento era lujoso era quedarse corto, pensó Sasha. ¿ De quién sería? Pues no parecía estar habitado de forma permanente sopesó. Mientras, Steven abrió el refrigerador y miró hacia adentro, Sasha se sentó en la isla de mármol. Todo parecía brillante y nuevo. — ¿Qué te parece unos mariscos en el omelette? Es delicioso, confía en mí. — dijo él con una sonrisa radiante mientras ella lo miraba con cierta incredulidad. — Nunca lo he probado para serte honesta... — Créeme, lo amarás...— dijo él, agarró los utensilios y comenzó a preparar la comida con una destreza que no esperaba de él para nada. — Pensé que no cocinabas — comentó Sasha con curiosidad. — Solo algunas pocas recetas para serte completamente sincero — admitió Steven de manera casual mientras continuaba cocinando. De reojo, la miró y sonrió — .¿Qué piensas? — Creí que no eras de los que cocinaban, como ustedes los ricos tienen servicio para todo... aparte e

Sasha se preparaba para su actuación, inmersa en un torbellino de música que aturdía, especialmente esa noche. Fue mientras se espolvoreaba la cara y terminaba de aplicar su maquillaje frente al espejo que la puerta se abrió bruscamente, revelando a Junior, el dueño del lugar a quien, por cierto, hacía mucho que Sasha no veía. — Sasha, ¿qué crees que estás haciendo aquí? No eres la dueña para entrar y salir cuando te plazca —dijo él de mal modo y en voz alta, recargado sobre el marco de la puerta y con evidente mala actitud. Ella, sin perder la calma, lo miró a través del espejo mientras ajustaba sus guantes largos. — Junior, qué agradable sorpresa verte aquí, siempre llegando a tiempo para mis shows —respondió sarcástica y sopesó lo que él le dijo—. Mmmm, supongo que si no te gusta o tienes alguna queja, siempre hay otros clubes que estarían encantados de recibirme —concluyó con una sonrisa maliciosa frente a él. La tensión creció en el pequeño camerino cuando Junior cruzó los brazos