Los suspiros de admiración escaparon del grupo en cuanto bajaron del coche y contemplaron la enorme propiedad.Todos, excepto David, que ya había visto la majestuosidad del edificio por dentro y por fuera.Desde la entrada, el mayordomo Matt y varias sirvientas estaban alineados, recibiéndolos con reverencias formales y sonrisas educadas.—Wow… Livia sí que tiene suerte —murmuró Lisa, ajustándose el cabello y el maquillaje, mientras la envidia se filtraba en su voz.—Lisa, mide tus palabras —advirtió David, de pie junto a ella—. Su vida no es tan fácil como parece. Claro, Damian y sus hermanos la adoran, pero no puedes ignorar cómo la trata su suegra. Es puro odio. ¿Por qué Livia tiene que soportar eso?Sus ojos se desviaron hacia su propia madre, que seguía retocándose frente a su pequeño espejo. Nunca había sido justa con su afecto. Tal vez la equidad fuera difícil de medir, pero si incluso David lo notaba, significaba que su favoritismo era demasiado evidente.—¿Qué te pasa? Eso es
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