La ApuestaCuando el portal se abrió, emergieron en el amplio patio frontal del castillo de Raikhan. La sensación fue inmediata: el aire olía a tierra húmeda, madera y el inconfundible aroma de los Lycans.El castillo era una fortaleza imponente, construido con piedra oscura y decorado con enormes estandartes de tela gruesa, ondeando con el emblema de la manada real: una luna carmesí rodeada por la silueta de un lobo en pleno aullido. La construcción no tenía la elegancia ornamentada de los palacios vampíricos, pero su presencia era innegablemente poderosa, con altos muros y torres de vigilancia en cada extremo.Cuando los vampiros y los Lycans cruzaron el portal, el sonido de espadas desenvainándose rompió el aire. Los guardias Lycan, hombres y mujeres de cuerpos imponentes, vestidos con armaduras de cuero reforzado, rodearon de inmediato a los recién llegados, gru&nti
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