SCARLETT - ¡Cómo odio el invierno! - No puedes odiar el invierno Scar, nadie lo odia, todo es fiesta, celebraciones, ver a la familia, ¡navidad! Todo lo habia dicho con una exagerada alegría y dio un salto, abriendo los brazos a los costados. - Eres demasiado teatral querida hermana, sabes que no me gustan estas fechas. A mi hermana menor, Dana, le encantaban las fiestas navideñas, supongo que como aún era muy pequeña cuando pasó lo del accidente de nuestros padres, no tenia ningún trauma asociado a estos dias, en cambio yo, era lo suficientemente grande para recordarlo. Subimos a su auto, un compacto donde apenas cabia mi maleta, habia ido por mi al aeropuerto, a pesar de no estar a mas de 20 minutos del lugar a dónde íbamos. - Lo siento, a veces olvido que tu viste todo. - ¿Sabes algo? Me alegra que no lo recuerdes. Llegamos a casa de mis tios para pasar las fiestas con la familia de mi madre, hacia algunos años que no venia, me habia mudado hacia un clima más c

JOHN Ver a Scarlett después de tanto tiempo me habia provocado sentimientos encontrados, siempre me habia gustado, desde que yo tenia 14 años, por eso la molestaba, era mi forma de llamar su atención, pero hasta ahora me di cuenta de que realmente me odiaba por eso. Habia cambiado, se habia convertido en un hermosa mujer, con largo cabello negro, que contrastaba con su tez blanca, y con sus ojos color verde claro, y ahora me fascinaba aún más. En la cena de navidad se había negado a hablar conmigo, hasta que tuvo un momento de vulnerabilidad y me atreví a intervenir. Me pesó mucho verla en ese estado, y saber que aún no superaba lo de sus padres, a pesar de que ya habian pasado casi 15 años. * - Señor Anderson, ¿que hace trabajando este dia? Mi jefe, el abogado Somers, salió de su oficina, era el socio más prominente de la firma de abogados en donde trabajaba, y fundador de la misma, Somers y asociados, con sede en Manhattan, por eso vivía aquí y no en Elizabeth. - So

SCARLETT La mañana del año nuevo, siempre desayunabamos en familia, incluso en pijama, si es que se le podia llamar desayuno a las 12 del día. - ¡Tía ya están los panqueques! - grité. - ¡Yo quiero huevos revueltos! - exclamó Dana. - ¿Dónde está la miel? - preguntaba Lauren. - ¡Yo quiero mermelada de fresa!- pidió Sofia. La cocina era un caos total y me encantaba. - ¡Scarlett, te buscan en la puerta! - gritó mi primo Lucien. - Estoy algo ocupada, dile que pase o que venga después. Salí al comedor, con un plato de panqueques calientes en una mano y la miel en la otra. - Rayos, pudiste haberme avisado Lucien. Ahi estaba John de pie, viéndome con mi cabello sujeto en un moño desordenado y en mi pijama de franela favorita de cuadros rojos y negros, de pantalon ancho y mangas largas. - Te ves absolutamente adorable - expresó con una sonrisa. Solté mi cabello apenada. - Es nuestro desayuno familiar. - Yo venia a invitarte pero. . . - Siéntate muchacho - lo

SCARLETT Eran como las siete de la mañana, me levanté al baño, y me cubri con la bata de John, sentía que mi vejiga iba a explotar después de beber tanto vino anoche, John dormía profundamente y ni siquiera se movió cuando salí de la cama. Ya iba de vuelta a la recámara cuando escuché unos toques en la puerta. ¿Sería correcto abrir? No era mi departamento, y supuse que buscaban a John, quería ignorarlo pero eran muy insistentes. Me cerré la bata que me llegaba hasta los pies y abrí. Una mujer trigueña, con un vestido entallado me miró de pies a cabeza sin ningún pudor. - ¿Diga? - ¿Quién eres? ¿Porqué traes puesta la bata de mi novio? - ¿Tu. . . novio? - John. . . Anderson, - rodó los ojos - ¿eres retrasada o qué? - dijo en tono de burla. - No te permito que me insultes, ni siquiera me conoces. - ¿Dónde está él?- preguntó tratando de entrar. - Durmiendo. - Mira querida, más vale que te vayas de una vez, John siempre hace esto, trae a alguna chica, le dice cosas dulces, l

SCARLETT - ¡Corre! Me gritó alguien. Me apresuré a salir del lugar entre toda la gente que salía. El padre de la novia habia golpeado al novio, por faltarle al respeto a su hija y los demás invitados intervinieron para calmar la situación. La verdad no sabia si reir o compadecerme de ellos. - ¿Estás bien? Esa voz. - ¿Scar? Me di la vuelta, solo para encontrarme con la cara angustiada de John. - No puede ser - murmuré. - Por favor, no, no te vayas,- exclamó cuando me moví hacia atrás - solo necesito saber porqué te fuiste esa mañana, eso no me deja en paz. Resoplé con molestia. - Pues preguntáselo a tu prometida. -¿Prometida? - frunció el ceño. - La mujer que llegó a tu departamento esa mañana, me dijo que siempre llevas a chicas, y te acuestas con ellas, y también dijo que iban a casarse. - Es increíble - susurró, después río negando con la cabeza - ¿Y tú le creíste?¿Después de todo lo que te dije, de todo lo que pasamos? - No me causa gracia. L