[LUCAS]Aquello era sólo entre Eddy y yo, después de todo por eso nos habían dejado tirados en una casa apartados de todo. Yo ya había tomado una decisión, la cuidaría, se lo había prometido y me lo había prometido. Cuando el castigo de cada uno fue impuesto, la decana se detuvo a mirarme y decir. —Lo siento, Lucas… tampoco podrás ir al campeonato. Eddy negó y trató de hablar pero con una mirada furtiva la detuve. —Está bien. —Y deben pagar los daños causados al auto de Blade. Los ojos de mi chica se abrieron como platos al darse cuenta de que no teníamos la suma de dinero, pero eso era lo de menos. Decirlo había sido lo correcto. Al menos a nosotros no nos habían suspendido. Acepté el castigo y me puse de pie. Cuando la última palabra fue dicha, tomé a Eddy de la mano, la llevé al corredor lejos de sus padres y cuando me preguntó que sucedía, apresuré nuestros pasos. —Lucas… ¡¿Qué hacemos?!. —¡Correr! —¡Sí, pero ¿por qué?! ¡Yo no quiero correr!. Cruzamos el pasillo, sal

—¿Lo sientes? ¿Lo sientes? —papá apartó la mirada entre bufidos —. Dos semanas y ya se sienten capaces de mantenerse solos. —Fue para eso que nos llevaron a ese lugar ¿o no?. Lucas volvió a su semblante de empresario poderoso y determinado. —Tú no crees que estamos convencidos de que esa caja de pastillas era de Grace ¿O sí? —Preguntó el tío Maxwell, apretando su mandíbula —. ¿No que se odiaban? ¿Ahora hasta se creen autosuficientes? ¿Se van a casar y luego? ¿Cómo harán para mantenerse? ¿Y cuando vengan los hijos? ¿Creen que serán capaces? Nos necesitan. —¿No se supone que ese era su plan? ¿Que fuéramos una pareja envidiable y que nos apoyaramos mutuamente?. Funcionó. —No de esa forma —Gruñó papá en medio de una mueca. —Bueno, nos vamos a casar ¿no es bueno? Serían perfectos en el negocio de las citas a ciegas. —¡Te voy a…!Mi padre se lanzó sobre la mesa y tomó de las orillas del cuello de la camisa a Lucas, entretanto el tio Max y yo tratábamos de calmarlo. —¡Ya, papá! —¡Su

[EDDY]Empujamos la puerta sin tanta dificultad y entramos a nuestra baticueva entre pequeños besos entrecortados. —¿Y crees que estemos listos para todo esto? —inquirí haciendo mi trabajo con bastante torpeza. Lucas sonrió —. No es gracioso. Hace unas semanas todavía me escondía en el cuarto de Gloria durante las reuniones familiares y me escondía debajo de la cama si escuchaba los truenos de noche. Soy una chica de dieciocho años con serios problemas de inseguridad. He oído que a los hombres no les gusta eso —me sinceré. Lucas hizo su trabajo y me abrazó para darme aquella seguridad que tanto pedía a gritos. Tomé su mano con fuerza sin dejar de ver sus ojos mientras era víctima de las arritmias de mi corazón y de sus besos de caramelo. Cada roce era igual de perfecto que un truco de magia profesional. —Eres segura, eres valiente y el día que te veas como yo te veo entenderás lo especial que eres para todos, bebé. —¿Y la chica especial puede pedirle algo al chico seguro que le

Pasé saliva y aparté la mirada de aquel musculoso y bien ejercitado torso, me recosté de nuevo en el asiento y me encogí lo más que pude en posición fetal para calentarme un poco. Sentía mis piernas congeladas, la espalda dolorida y la inflamación de mi vientre era del tamaño de Bath. Para encontrar mi voz de nuevo, tuve que derramar una que otra lágrima, meter mis manos por debajo de mi short para presionar justo donde sentía las punzadas, y luego, haciendo un esfuerzo para no gritar molesta entre miles de groserías, le hice una seña con la mano esperando que él entendiera. Sin embargo, en lugar de eso, solo se dio la vuelta, bufó y regresó a la casa. —¡Pedazo de bruto! —Exclame ofuscada. Eso no se hacía. Él era un tonto desalmado, un idiota inhumano y… Guardé silencio. Dejé de ofender cuando Lucas salió con una manta en sus manos, abrió la puerta del auto y al verme débil me cubrió con ella, me tomó entre sus brazos y me sacó del vehículo, llevándome dentro. —¿Estás bien? —Ase

[EDDY]—¡Date prisa, Eddy!. Lucas esperaba afuera, mientras tanto, yo seguía arreglándome lo mejor que podía para mi foto de cédula. —¡Dame cinco minutos, Lucas!. —¡Te los di hace diez! —volvió a presionar la bocina del auto y de paso mi nivel de paciencia. Por cierto, el auto lucía bastante bonito; Lucas lo había llevado a pintar hace unas noches y se miraba más decente que antes. Las puertas habían sido reforzadas y ya no me daba miedo que me quedaran en las manos al cerrarlas. —Tranquilo, semental. Bufó y continuó presionando teclas en su móvil. Cabe recalcar que yo lo observaba desde la ventana mientras me ponía un par de aretes pequeños y me colocaba un poco de maquillaje. No era ajena a él, solo un poco perezosa para colocarlo. Digamos que no tenía paciencia. Sin embargo, viniendo de una familia "plástica" sin afán de ofender, no aprender de moda, maquillaje y todo lo que tenía que ver con estilo, era imposible. Me terminé de poner un poco de rimel, un poco de bálsamo sa