—¿Lo sientes? ¿Lo sientes? —papá apartó la mirada entre bufidos —. Dos semanas y ya se sienten capaces de mantenerse solos.

—Fue para eso que nos llevaron a ese lugar ¿o no?.

Lucas volvió a su semblante de empresario poderoso y determinado.

—Tú no crees que estamos convencidos de que esa caja de pastillas era de Grace ¿O sí? —Preguntó el tío Maxwell, apretando su mandíbula —. ¿No que se odiaban? ¿Ahora hasta se creen autosuficientes? ¿Se van a casar y luego? ¿Cómo harán para mantenerse? ¿Y cuando vengan los hijos? ¿Creen que serán capaces? Nos necesitan.

—¿No se supone que ese era su plan? ¿Que fuéramos una pareja envidiable y que nos apoyaramos mutuamente?. Funcionó.

—No de esa forma —Gruñó papá en medio de una mueca.

—Bueno, nos vamos a casar ¿no es bueno? Serían perfectos en el negocio de las citas a ciegas.

—¡Te voy a…!

Mi padre se lanzó sobre la mesa y tomó de las orillas del cuello de la camisa a Lucas, entretanto el tio Max y yo tratábamos de calmarlo.

—¡Ya, papá!

—¡Su