Narrador. Era una tarde típica de Essex, donde la niebla, y la humedad ambiental, se combinaban con momentos de lluvia repentina, y frio intenso. Lean permanecía sentado en el celador cubierto de la famosa casa de té del hotel Roslin Beach, en la zona de la costa de la Thorpe Bay, mientras se bebía un fuerte café americano. Que él estuviera allí no era casualidad, ni siquiera que estuviera sentado en la mesa más solicitada, y exclusiva, de la famosa casa de té, él había solicitado esa mesa por una sola razón, saber cuándo la maldita y traidora de Kalena Makai, llegaba al hotel, junto algunas de sus amigas, que le acompañaban a la boda, que se haría en ese mismo hotel, en cinco días, según su información, Kalena y sus damas de honor, estaba allí para probar los postres que quería servir en su boda, por eso iba a pasar la tarde en la prestigiosa casa de té. Quién observaba al atractivo abogado, pensaría que se encontraba relajado, tomado un café, mientras miraba por la ventana del ce

Narrador. Poco o nada podía sospechar Kalena Makai de lo que iba a pasaría en las siguientes dos horas en la casa de té, y el pequeño hotel de playa que sus amigas habían elegido con la excusa de reunirse para celebrar sus últimos días de soltería antes de casarse con ese ser machista y despreciable de Koi Akamu. A la preciosa hawaiana, nunca le gustó el pretendiente que le había elegido su padre para ella, años después de perder la maldita apuesta que le llevó a estudiar a la Universidad de Nueva York interpretación, tras finalizar sus estudios en la Universidad de Essex, en Inglaterra. En cierta forma, se había alegrado esos dos últimos años de compromiso, que tanto Koi como ella, estuvieran ocupados levantando las empresas de sus familias, como para profundizar en su compromiso, de hecho, apenas se había visto cuatro veces en esos dos años, y siempre fueron para acompañarse mutuamente a cenas o eventos que así lo requerían, nunca hubo besos, ni otro tipo de intimidades, algo que

Daisy. -” ¿Estás segura de que quieres hacer esto?”- me preguntó Stefany, mi ayudante, y primera mejor amiga. No la miré, solamente mantuve mi mirada pensativa, hacia el frente, mirando fijamente a las dos enormes puertas que comenzaban a abrirse. Desde que llegamos, habíamos seguido las indicaciones que nos decían por dónde, los coches que traían a los familiares de los presos, o a sus abogados, debían de pasar, obligatoriamente, para ser inspeccionados, antes de tener que dejarlos en los aparcamientos para visitantes en la prisión de Bedford. -” No puedes dejar que te intimide, ya no eres Daisy Lascalles, en realidad, has cambiado tanto, que hasta a mí, que ya conocía tu antigua yo, me cuesta relacionarte con la señorita caprichosa, y altiva, que miraba a todos por encima del hombro, y que nunca miraba a los ojos, a los que ella consideraba inferior, aunque tampoco me recuerdas a esa mujer temerosa, que no decía nada, agachaba la cabeza, y permanecía en silencio, cuando sus herman

Narrador. -” Aún no lo entiendo, ¿De verdad te vas a colar en la celebración, y llevarte a la prometida de otro hombre? ¿Y tú eres abogado respetuoso de la ley?”- dijo Gavin mientras permanecía atento, con el uniforme de camarero, y con unas gafas gruesas de cristales oscurecidos, que cubrían su cara, para no ser reconocido por el gran actor de Hollywood. Ambos, totalmente disfrazados con el uniforme del personal del hotel, estaban esperando la llegada de las familias de la novia, y el novio, incluido a los dos protagonistas, para la reunión preboda que tenían en las salas privadas, y exclusivas, de ese hotel de Essex. -” Preocúpate de hacer tu papel, y pasar desaparecidito, sólo tienes que recordar en apartarte cuando las cosa se ponga peligrosa, no sea que quieras aparecer en las noticias como que la nueva afición del gran actor y productor Gavin Conway, es robar las novias en los compromisos de otros.”- le dijo Lean, mientras leía los mensajes de su móvil. La atención del aboga

Daisy. -” ¿Se puede saber qué demonios hacéis aquí?”- fue la pregunta que hice en alto, y que, por cierto, al menos repetiría otra vez mentalmente, de otra forma, y de la manera más sorpresiva, en ese día, al ver a mis tres mejores amigas, me esperaban en la puerta de mi nueva mansión, en un descapotable. La verdad era que no era un buen día, aún estaba por decir si tomaba el tren hacía Bedfordshire, para asistir mañana en la tarde, a la audiencia para la revisión de la libertad vigilada de ese ser que compartía mi sangre, pero que yo no sentía como familia mía, menos aún, como mi hermano. En contra de mi decisión estaba, en primer lugar, el no querer saber nada más de la familia Lascalles, ni de sus miembros, tampoco me importaban si vivían o morían, simplemente esa parte de mi vida ya no existía para mí. La segunda es que, para poder asistir a esa audiencia, que no era abierta, debía de identificarme, sólo se permitían asistir a algunos profesionales legales con invitación, y