ElizaTras terminar mi jornada laboral, me despedí de Sira y Alicia, luego me dirigí al auto. El sol había comenzado su lento descenso, derramando un suave tono dorado sobre las calles de la ciudad. Miré por encima del hombro más de una vez, esperando ver el objetivo de una cámara asomando detrás de un auto estacionado o un reportero fingiendo atarse los cordones.Pero no hubo nada.Ni clics, ni flashes, ni aquel “Señora Caballero, solo una pregunta”.Respiré profundamente, aliviada. Luciano había tenido razón; la entrevista que dio más temprano debió haber alimentado por fin a la bestia mediática. Habían conseguido lo que querían, por ahora.Mientras conducía hacia casa, sonó mi teléfono. Al ver el nombre de Luciano iluminarse en la pantalla, el corazón me dio un vuelco. —Hola, tú. —Dije, sin poder ocultar la sonrisa.Me preguntó cómo había ido mi día. Le conté que había sido sorprendentemente pacífico, sin reporteros, y que ya iba de camino a casa. Bromeó sobre cuánto me extrañaba y
Leer más