LucianoEstar casado con Eliza había sido mucho más hermoso y sorprendentemente emocionante, de lo que jamás imaginé. No solo era divertida de una manera que me desarmaba, sino que también era frágil e increíblemente valiente al mismo tiempo. Y Dios, ella no tenía ni idea del efecto que provocaba en mí. Desde la forma en que sus ojos se iluminaban cuando intentaba no sonreír, hasta las suaves líneas alrededor de su boca cuando hacía pucheros… no podía dejar de mirarla.Aquella noche, la había visto luchar contra el sueño como un soldado en el campo de batalla, puso un arduo esfuerzo por ocultar sus ronquidos de mí. Probó de todo; duchas frías, jugar en su teléfono, e incluso susurrarse a sí misma como una dulce niña somnolienta que se había jurado no decepcionarse. Pero, por supuesto, el sueño le ganó.Al despertar a la mañana siguiente con el inconfundible sonido de sus ronquidos; un zumbido fuerte y melódico que llenaba la habitación, no pude evitarlo, me reí, pero no fue por burla,
Leer más