La oportunidad de escapar se encontraba frente a Cala, en ese instante solo una elección era lo que ella necesitaba para cambiar su vida, pensó en hacerlo después de todo, Antonio le daba la oportunidad de algo que Blake no hacía, le daba la oportunidad de obtener su libertad, de salir de aquel sitio, que la tenía viviendo en un mar de incertidumbres en contra de su voluntad. Cala miró a Antonio, por un corto tiempo que para la percepción de ella se sentía como un eternidad, Antonio, vestía con ropa negra, chamarra de cuero y camisa negra, su cabello ya no era como ella lo recordaba, este lo había recortado tan pequeño que parecía no tener, sus cejas tupidas, esta la miraba con sus ojos impacientes asombrado y más que eso, perturbado, no entendía por que ella se detenía a observar sin decir una palabra, después de todo él se había arriesgado para llegar hasta ese lugar, librar a los guardias y encontrarse con la mujer que estuvo a punto de ser su esposa. —Te prometí que te buscaría

Cala entró a su habitación, angustiada, llena de emociones que luchaban entre sí, se miraba en el espejo, el cabello húmedo sobre su rostro, la tela de sus ropas pegada a su delicada piel, y el corazón palpitante queriendo salir de su pecho, eran la imagen de lo que ella estaba sintiendo por dentro. Había besado a su captor, ¿o su captor, la había besado?, no sabía como enfrentar todo aquello. La visita de Antonio y el desenlace de lo que alguna vez sintió como amor, se desvaneció sin importancia para Cala, por un instante creyó que había dolor en su corazón y aunque era cierto, algo más grande disipaba aquel sufrimiento. El beso de aquel hombre de rostro implacable era lo único en la mente de Cala, recordó sus manos y cómo se sentían en su cintura, pensó en los labios de Blake rozandola con sutileza qué de alguna forma extraña desbordaba pasión al mismo tiempo, y por último pensó en sus ojos, el azul brillante y asfixiante que ella no era capaz de observar fijamente por mucho ti

Eran pasadas las cinco de la tarde, Blake abrió los ojos fijándolos por algunos minutos en el árbol que se asomaba en su balcón, el sol aún estaba en lo alto, una pequeña corriente de aire entró rozando su cuerpo desnudo, se incorporó, encajando los codos sobre la cama, experimento aquel pago por beber whisky durante todo el tiempo que el sol estuvo oculto. Puso sus grandes y huesudos pies sobre el suelo, se levantó y maldijo la decisión de haber abierto los ojos. Se duchó, se vistió con un pantalón marrón, una camisa blanca y tirantes, desechó la idea de ponerse alguna chamarra, la tarde era calurosa y su cuerpo no estaba listo para llevar encima más tela. —Señor, puedo pasar —dijo Carina abriendo la puerta del comedor, Blake ya estaba esperando. —Pasa —ordenó. —Le traje agua y analgesicos, en un momento, vienen con la comida —puso el vaso de cristal sobre la mesa, sirvió un poco de agua y Blake hizo el resto. Este bebió parte del líquido, dejó el vaso y Carina dio un par de pa

—Casese conmigo —dijo ella, sorpresivamente, Blake estuvo a punto de saltar de su silla. —¿Qué? —preguntó él. —Deme privilegios, hágame su esposa, déjeme ser de ayuda en su organización, y al menos de esa forma, sino puedo vengarme, puedo herir el orgullo de Antonio y su hombría. Blake de inmediato pensó en que aquello era una locura, una mujer pidiendo matrimonio a un hombre cómo él, parecía más un chiste que un buen negocio, no sabía cómo enfrentar, aquellas palabras, por un lado, el señor que controlaba media italia, estaba siendo acorralado en su propia casa, por una mujer que era su prisionera, sabía que simplemente podía negarse, y mandarla a encerrar, o asesinarla en ese momento y dejar todo aquello cómo una anécdota qué nunca le contaría a nadie, pero por otro lado, negarse también le producía cierta molestia, por un instante pensó en lo que ella pensaría de él, y luego descartó la idea comprendiendo que Cala no era nadie, que no significaba nada, y que no tenía que pensar

Dos años atrás….Era una noche igual a esa, Blake no había llegado y Lorenzo bebía, más joven y menos prudente, había salido por los viñedos, con la botella en una de sus manos. Mientras lo hacía pensaba en decir lo que sentía, no podía negarse más así mismo, estaba enamorado de Marbella, y con el alcohol en la sangre la valentía parecía ser su compañía. Marbella miraba los campos verdes de los cultivos, el aire soplaba intenso, y el vestido blanco qué cubría su cuerpo se ondulaba en sincronía con el viento. —Marbella, tengo que decirte algo y no puede esperar —dijo Lorenzo, al llegar hasta ella, esta giró su cuerpo y sonrió con sutileza. —Estás ebrio si Blake te ve así, te va a castigar —dijo ella con ironía. —No soy un niño —replicó él, sus ojos se hundieron y un semblante sombrío se puso en su rostro. —Estoy enamorado de tí, sé que eres de mi hermano, pero no puedo evitar lo que siento —aseveró, Lorenzo, imaginó mil cosas, pero nunca el rechazo de Marbella. —Haré como que es