Narrado por Fatma Hneidi: ¿Alguna vez me dije a mí misma que yo era la mujer mas miserable que conocía? Creo que fue algo que protegí de mí, durante varios años. Sin tener razones sólidas para hacerlo. No sé cuánto tiempo llevo despierta. El dolor en mi espalda me lo recuerda cada vez que intento moverme. Me arde la piel, me arde el alma. El cuerpo me pesa como si estuviera hecho de plomo. Me siento en la orilla de la cama, con la bata de seda arrugada, los pies descalzos sobre la alfombra que alguna vez me pareció elegante. Ahora todo me parece una burla. Esta habitación, esta casa, esta vida. La vida que ya no disfruto, que no me gusta, que no me hace feliz. Creo que hace demasiados años dejé de ser feliz y no quise aceptarlo. Permití que poco a poco me fueran resquebrajando. Desmembrando a través de pequeños trozos de lo que alguna vez fui, de lo que alguna vez yo tuve. No sé nada de Kiara. Desde ayer en la tarde, no ha respondido mis mensajes. No ha entrado a mi habitación. Y

Narrado por Kiara Hneidi: ¿Y de verdad yo pensaba que mi vida estaba siendo miserable por estar casada con un hombre que no me ama? Ahora no sé dónde estoy.No sé cómo llegué aquí. O porqué justo a mí, en el que se suponía que iba a ser un viaje decisivo para mi vida, me está pasando esto. ¿Por qué el destino está siendo tan caprichoso e injusto conmigo?Solo recuerdo la plaza Al Marjeh. El sol cayendo sobre los adoquines, la mano de Mariano entrelazada con la mía, como si fuéramos una pareja feliz. Como si no me despreciara. Como si no me mirara con ese asco silencioso que se le escapa cada vez que me toca. Como si yo no fuera consciente que él sigue pensando en Fatima, en mi jodida hermana, a pesar de que estoy segura de que ya él sabe que ella va a casarse con otro hombre. Que ella tampoco será suya nunca más, así como él tampoco puede ser suyo porque es mi esposo. Mi hombre. Mientras Mariano y yo paseabamos, recuerdo haberle enviado una foto a Amet. Amet Faddoul. Mi amante. M

Narrado por Fatima Hneidi: Sigo de pie en la sala principal de la mansión Hneidi. El mármol bajo mis pies está frío, como si el suelo supiera que algo está por romperse. A mi lado, mi madre, Fatma, acaricia el borde de su vestido con los dedos, nerviosa. Mi abuela Dana está en su sillón habitual, con la espalda recta y la mirada fija en el ventanal. El silencio entre nosotras es denso, como si cada palabra que no se dice pesara más que las que sí. Empiezo a tener miedo. Empiezo a tener dudas de si ha sido una buena idea venir hasta aquí. No sé si he sido una idiota al arriesgarme a venir a enfrentar a mi padre cuando soy consciente de que soy la hija de un hombre que no tiene escrúpulos. Mi padre se ha alejado hace unos minutos. Su teléfono sonó y, al contestar, dijo con voz seca: “Es Mariano Hans.” No lo dijo para que lo escucháramos, pero lo dijo lo suficientemente alto como para que no pudiera ignorarlo. Desde entonces, mi pecho se ha apretado. No es sorpresa que me sienta inquie

Narrado por Kiara Hneidi: Asco. Miedo. Dolor. Introspección. El frío del suelo me cala los huesos. No sé cuánto tiempo llevo aquí, puede ser poco, o puede ser muchísimo, pero de algún modo se siente como si toda la vida se me esté pasando en este jodido lugar. Las paredes están húmedas, el aire es espeso, y hay un olor a putrefacción que se ha instalado en mi garganta como una espina. No tengo agua. No tengo comida. No tengo nada. Solo tengo mi mente, y eso es lo más peligroso. Las cosas que vienen a mí, no me ayudan a ser fuerte para sobrellevar la carga de la desesperación, del que parece ser un sufrimiento infinito. ¿Allah me estará castigando por mis pecados recientes? Pienso en mis padres. ¿Sabrán que estoy aquí? ¿Estarán buscándome? ¿Alguien les ha avisado?Mi madre debe de estar sufriendo de forma inclemente por mi ausencia. Y mi padre... Espero no haga demasiadas locuras antes de encontrarme. ¿Mariano…? ¿Mariano habrá hecho algo?Mi corazón se encoge. No por él. Por

Narrado por Fatima Hneidi: ¿Cómo he sido tan estupida e ilusa que he llegado al punto de subestimar al animal de mi padre?No sé cuánto tiempo ha pasado desde que cerré los ojos. Lo único que sé es que al abrirlos, el mundo ya no es el mismo.Estoy en una habitación completamente blanca. Las paredes, el techo, el suelo. No hay cuadros, no hay ventanas, no hay relojes. No hay nada que me diga que esta habitación le pertenece a alguien. Y eso me aterra. Porque si no es de nadie, entonces tampoco es mía. Y si no es mía, ¿por qué estoy aquí?Hay una cama. Algunos gabinetes. Pero nada parece pertenecer. Todo es demasiado pulcro, demasiado perfecto. Sin alma. Sin personalidad. Intento moverme, pero algo me tira del pie. Bajo la mirada. Un grillete. Un maldito grillete de hierro me aprisiona el tobillo izquierdo. Me siento como un animal. Como una prisionera. Como una hija traicionada. Como lo que he sido durante tantos años, en los que he vivido huyendo, lejos del odio y del rechazo de un