El vestíbulo de la torre RavenCorp se alzaba como una catedral de mármol y acero. Lena Ramírez cruzó el espacio con pasos firmes, sus tacones resonando contra el suelo pulido. Los relojes digitales en la pared marcaban zonas horarias distintas: Nueva York, Londres, Tokio. Números que no se detenían, como los latidos bajo su blusa blanca.Se había levantado antes del amanecer, eligiendo cuidadosamente cada pieza de su atuendo. La blusa de seda blanca se ajustaba perfectamente a su torso, la falda lápiz negra acentuaba sus curvas sin ser provocativa. Había practicado su presentación frente al espejo hasta memorizarla, pero ahora, rodeada por tanto lujo frío, se sintió pequeña.—Señorita Ramírez. Última entrevista del día con el señor Raven.La recepcionista pronunció el nombre con un tono particular. Como si fuera más que un apellido.—No suele entrevistar en persona —agregó, casi como advertencia—. De hecho, es la primera vez en dos años que lo hace.Un guardia la observó dos segundos d
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