La boca de Celeste se fundió con la de él en un beso desesperado, que parecía cargar con una emoción que había contenido durante demasiado tiempo. Y durante un largo segundo, no hubo resistencia. Erick la sujetó por la cintura, con sus dedos apretando de una manera casi dolorosa. Le respondió con urgencia, necesidad y algo más. Pero entonces, tan abruptamente como comenzó, se detuvo. —Celeste… —murmuró con la frente pegada a la de ella, su respiración agitada, de una manera en que no la había visto ni siquiera después de la más sangrienta pelea—. ¿Por qué lo haces tan difícil? ¿Difícil? Para ella era bastante fácil. Un año no había bastado para olvidarlo. De repente era como si las palabras no hicieran falta, el hombre retrocedió un paso, pasándose una mano por su cabello. Estaba claramente trastornado, como si el beso le hubiera resquebrajado una barrera que ya no podía seguir manteniendo. —Tienes idea de lo que me hiciste ese día… —susurró, sin mirarla directamente—. Un año
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