Capítulo 41– La Barrera Punto de vista: Sofía Rojas El celular vibró sobre la mesa de noche. Una notificación. Solo una ,ella sabía de quién era. “Sofi, tenemos que hablar, por favor. No quiero el divorcio.Adrián." Sofía no lo abrió, ni pensó en responderle. Simplemente lo dejó en visto. Como quien deja en visto un error, un dolor o un pasado que ya no merece ni una respuesta. Después de meses de silencio, después de todo lo que había callado, tragado, soportado y descubierto, ¿ahora quería hablar? No. No tenía nada que decirle. Ni siquiera rabia. A menos que fuera por la firma del divorcio. Solo… puso una barrera. Una distancia tan firme que ni sus mensajes, ni sus desayunos ya innecesarios, ni sus silencios culpables iban a poder atravesar. Se levantó, se duchó sin apuro, se peinó el cabello con los dedos, se puso una blusa blanca de lino y unos pantalones cómodos. Comió algo liviano que Isabel le había dejado. Luego se sentó frente a su computadora, ab

Capítulo 43 – El Silencio del Engaño El apartamento olía a encierro, humedad y gas. El frío se colaba por las rendijas de las ventanas rotas, como una amenaza constante. La vieja estufa a gas estaba rota desde hacía meses y su tía no podía arreglarla. Pero a ella no le importaba. No todavía. Estaba en el sillón , envuelta en una manta, con las piernas cruzadas y el celular sobre el pecho. Esperando que Adrián se tranquilizara y que, como siempre, volviera a buscarla,a preocuparse por su supuesta enfermedad Porque él volvería,siempre lo hacía. Siempre volvía a su red, a su voz, a sus lágrimas y a sus juegos. Mientras tanto, fingía estabilidad.Dormía mucho y comía poco. No salía del departamento a menos que fuera estrictamente necesario. No por miedo,sino por estrategia. Tenía que mantener tranquila a Lily. Ella sabía demasiado. Demasiado de España, demasiado de que nunca piso Suiza, demasiado de su pasado. Y un pasado como el suyo… era un arma o una conden

CAPÍTULO 45– Dulce de Leche Granizado y Secretos de Madrina Punto de vista: Sofía Rojas A veces, un helado era todo lo que necesitabas para recordar que la vida también sabía a cosas simples. Sofía caminaba al lado de Lili, entre risas y escaparates iluminados, mientras el centro comercial se llenaba de voces, pasos y aroma a comida deliciosa. Llevaba un abrigo liviano sobre la panza que ya se asomaba orgullosa, y se sentía, por primera vez en semanas, en paz. o al menos, en una tregua. —¡Dulce de leche granizado y bombón Rocher! —exclamó al llegar a la heladería—. Si no me lo das, me deprimo. —Estás embarazada, podés pedir lo que quieras, ¿te acordás? —rió Lili, mientras señalaba su cucurucho de frutilla a la pana con maracuyá. Se sentaron en un banco largo, junto a una vidriera repleta de cosas para bebés. Y ahí, como una señal del universo, Sofía la vio. Una cuna blanca. Preciosa. De madera tallada, con sábanas de animalitos verdes y amarillos. Tenía un moño en un co

Capítulo 47– Cachetes Colorados La mañana amaneció soleada, y el aroma de las tostadas llenaba el comedor. En la mesa, Fabián Castell ya estaba con su taza de café en mano y el diario abierto a medias. Isabel, elegante como siempre incluso en bata, revolvía con cuidado una jarra de leche caliente. Sofía entró con paso tranquilo, con el cabello aún húmedo de la ducha y una bata liviana cubriéndole la panza ya visible. Sus mejillas estaban más encendidas que de costumbre. —¡Buen día, hija! —saludó Fabián, dándole un beso en la frente como hacía cada mañana desde que ella era niña. —Buen día, mi amor —dijo Isabel, y también la besó en la cabeza con ternura. Sofía se sentó en su lugar, como si todo fuera normal. Pero sus movimientos eran un poco más lentos, como quien camina cuidando que no se le note un secreto en los ojos. —¿Dormiste bien, Sofi? —preguntó Fabián, mientras le servía un poco de jugo de naranja. —Sí, sí. Dormí… —respondió ella, bajando la vista hacia su taza. En e

Capítulo 49— El llamado de la Tierra… y de Sofía (Punto de vista: Federico Klein) El silencio tenía otra textura en las grutas de Uruguay Allí, rodeado por el susurro milenario de la piedra y la brisa que bajaba desde el norte, Federico respiraba hondo. Tenía la espalda apoyada contra la roca tibia, las piernas cruzadas y los ojos cerrados. No necesitaba ver para sentir. El grupo estaba en pleno ejercicio de conexión vibracional, los guías hablaban en voz baja, murmuraban frases sobre dimensiones paralelas, energía cuántica y señales del más allá. Él, como siempre, se dejaba llevar. No por ingenuidad,sino porque le hacía bien. Quince días sin celulares, sin internet, sin humanos histéricos ni ciudades que se tragan a uno mismo. Solo tierra, estrellas y preguntas. Preguntas que lo habían acompañado desde hacía años. Algunas tan simples como “¿qué quiero hacer con mi vida?” y otras más complicadas… como “¿qué haría si Sofía Rojas me necesitara de verdad?”Esa pregunta se l