Punto de vista de AlaricCuando me tumbo en la cama después de que Raven se va, alterno entre preguntarme si he cometido el mayor error de mi vida y maldecir su nombre. El hecho de que pudiera salir por la puerta con tanta facilidad debería hacer que fuera menos doloroso verla partir. Pero no es así. El dolor es insoportable; siento como si me hubieran cortado un miembro. También me siento culpable por cómo dejamos las cosas. Me enfadé y dije cosas que no quería decir, cosas que sabía que le harían daño. Pero quería herirla, porque me dolía que me ocultara un secreto tan grande. Supongo que es culpa mía por haberla puesto en un pedestal, convencido de que no podía hacer nada malo. Si soy realmente sincero conmigo mismo, ver cómo mataba a Victoria de una forma tan fría me hizo empezar a pensar en lo que dijo Lavinia, sobre su magia oscura. Cuando ella estaba dando su discurso al respecto, me burlé de sus palabras. Sabía que mi Raven nunca se volvería oscura, nunca me haría daño

Punto de vista de Alaric—¡QUENTIN! —grito, pero se niega a responder. Sé que está fuera de mi celda, acechando en las sombras y disfrutando con suficiencia de mi situación. Las finas cadenas de plata que me rodean las muñecas y los tobillos me causan un dolor insoportable, pero son necesarias para mantenerme donde estoy. Soy demasiado fuerte para que me sujeten unos simples barrotes, aunque estén recubiertos de plata. El consejo decidió que una semana en una celda debería ser suficiente castigo por mi delito involuntario de poner a la manada en peligro. Quentin trató de argumentar que dos semanas podrían ser mejores, pero afortunadamente mi antiguo y leal Beta Sam lo discutió y la decisión de mantenerla en una fue aprobada por un voto. Maldigo su nombre en voz baja, ansioso por ser liberado para poder seguir a Raven y hacer las cosas bien. Es solo el primer día de mi encarcelamiento y rezo para que ella haya podido llegar a salvo a casa de su padre. Oigo pasos que se

—Lo siento, ¿qué? —respondo. ¿Es de verdad clarividente o solo está buscando mis verdaderas intenciones? ¿Sabe de algún modo el don que me ha otorgado la Gran Madre?—¿Eres una bruja buena o una bruja mala? —pregunta. Su pregunta es tan escandalosa que no sé si habla en serio o no. —Raven es buena hasta la médula —responde mi padre por mí, lo que me irrita un poco, pero sé que tiene buenas intenciones, así que lo dejo pasar. De repente, Seraphina se lleva el dorso de la mano a la frente y suspira profundamente de forma dramática. Oigo a Carl resoplar detrás de mí, pero consigo mantener la cara seria. —Me he debilitado mucho por todas estas premoniciones y necesito descansar. Gracias por la presentación, Alfa. Volveré a verte pronto, Raven —nos dice y luego se echa de espaldas sobre su conjunto de almohadas. Una vez que llegamos al fondo de la torre, mi padre se dirige a mí con una sonrisa. —¿Qué te ha parecido Seraphina? —pregunta.—Es ciertamente... una mujer int

—Sra. Raven, soy yo, Carl. Despierte.Finalmente abro los ojos y vuelvo a la realidad para ver la cara de preocupación de Carl sobre mí. —Estabas gritando en sueños, así que he venido corriendo —dice. Los escalofríos recorren mi cuerpo y me subo las sábanas hasta la barbilla, aunque sé que no son de sentir frío. —Siento haberte despertado, Carl. Solo fue un mal sueño —explico, con la vergüenza calentando mis mejillas.—Lo llamaste —responde él. No sé cómo responder, así que me quedo callada un momento. —Gracias por venir tan rápido —digo mientras se da la vuelta para irse. Vuelve a mirarme con una expresión de simpatía. —Sé que lo echa de menos, señorita Raven. Y estoy seguro de que él también la echa de menos. Espero que recupere la cordura pronto, porque odio verla así —me dice. —¿Verme así cómo? —pregunto.—Triste... perdida... Cierro los ojos contra las lágrimas amenazantes y oigo el suave chasquido de la puerta secreta cuando me deja exactamente como me

—¿Srta. Raven? ¿Está usted bien? —pregunta Carl en tono preocupado.Tomo una profunda bocanada de aire y me giro para abrazar inmediatamente a Carl con fuerza.—Me alegro mucho de que estés aquí —le digo con voz apagada. —¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás tan alterada? —me pregunta Carl. Me detengo un momento y pienso en qué decirle. Si le hago saber lo que ha hecho Joseph, irá a por él sin pensarlo. Es mi palabra contra la suya y tengo la sensación de que Joseph negará cualquier delito, lo que pondrá a Lydia en mi contra y a mi padre en una posición incómoda. Nuestra relación y nuestro refugio están en juego y no estoy dispuesta a arriesgarlo en este momento. —Solo me perdí un poco y creo que me asusté. Lo siento, Carl. Últimamente estoy un poco nerviosa —digo. Parece tragarse mi explicación y me da unas palmaditas en la espalda de forma reconfortante. —No pasa nada. Pero no vuelvas a escaparte. Tengo que asegurarme de que estás a salvo —regaña suavemente. —Por sup