POV Isabella.—No te vas de la empresa, Isabella, y ya está, es mi última palabra.Esa frase martilleó en mi cabeza. Lo había dicho con una dureza que me hizo temblar, pero esta vez el temblor no era de miedo, sino de una rabia fría que comenzaba a bullir en mi interior.Me obligué a calmar la respiración e ignorar el nudo en el estómago. ¿De verdad pensaba que esto había terminado? ¿Que su «última palabra» era ley para mí?—De todas formas, pasaré a llevar mi renuncia a recursos humanos —le había dicho, aunque mis palabras sonaban más firmes de lo que me sentía.Él había sonreído con superioridad, una expresión que me resultaba tan familiar que casi me hizo sentir náuseas.—Pierdes el tiempo, Isabella —dijo su voz como un bisturí, cortando cualquier esperanza de una salida fácil—. Lo único que firmarás mañana mismo es el divorcio. Cuando te den de alta, mandaré a Maximiliano al apartamento para que los firmes, pero que se te ocurra irte de la empresa, ¡eso jamás!El golpe seco de la

POV Isabella.El apartamento estaba muy silencioso. No había prisa por preparar el desayuno de Jeremy ni por revisar su agenda antes del alba.La ausencia de su presencia, que antes me oprimía, ahora se sentía como un vacío inmenso, pero también como un espacio para respirar.Oficialmente divorciada. La pluma había volado por el papel, rápida y sin titubear; Jeremy se había ido con su aire de superioridad, convencido de que su «última palabra» sobre la empresa era ley.Me serví una taza de té de hierbas y me senté junto a la ventana a observar cómo subía el sol. Un nuevo día, una nueva vida. Me lo repetía como un mantra, tratando de convencer a la parte de mí que todavía sentía el peso de la situación y de las esperanzas marchitas.Ayer, la rabia me había llevado a llamar a Heidy. Hoy, con la calma de la mañana, sentía ansiedad por lo que pudiera encontrar en mi contrato laboral. Jeremy era un hombre de negocios implacable.Su forma de hacer las cosas siempre había sido asegurarse de

POV Isabella.Al día siguiente llegó con la misma exigencia de siempre, Jeremy no bromeaba. El contrato me tenía atada de pies y manos. Aunque estaba furiosa, mi mente sabía que no tenía otra opción: por ahora, debía volver a la Corporación Walton.Me vestí con mi ropa de oficina y cada prenda me pareció un uniforme de prisión. El viaje en taxi hasta la torre de la empresa fue un tormento silencioso. Al entrar, el bullicio habitual, las caras familiares... Nadie sabía el calvario que estaba viviendo. O el plan que estaba maquinando.La reunión con los inversores chinos fue agotadora. Jeremy estaba en su elemento, dominando la sala con su carisma implacable y su profundo conocimiento del negocio. Yo, a su lado, interpretaba mi papel de asistente eficiente, entregando documentos y respondiendo preguntas precisas, mientras por dentro cada fibra de mi ser gritaba. Fingir era una tortura.Al terminar la reunión, salí de la sala de juntas, mi mente aún sumergida en cifras y estrategias. Nec

POV Omnisciente.El brillo de los flashes era música para los oídos de Mía Calavai. El suave murmullo de la periodista al tomar notas le recordaba que cada una de sus palabras se convertiría en un titular explosivo.Jeremy creía que su matrimonio sería un secreto, ¡qué ingenuo era! Podía ser el director ejecutivo de Walton, un magnate implacable, pero no entendía el verdadero poder de una exclusiva bien pagada.—Entonces, señorita Calavai... O debería decir, ¿señora Walton?La periodista, una mujer de cabello cobrizo y ojos vivaces, le sonrió cómplice desde el otro lado de la elegante mesa de centro. Estaban en una suite diferente, por supuesto, una que Jeremy no conocía.—Señora Walton —corrigió Mía, con su impecable sonrisa—, aunque para mis amigos siempre seré Mía.Se recostó en el sofá de terciopelo y posó ligeramente. Ella sabía perfectamente cómo funcionaba esto y cómo manejar a la prensa.—Fascinante. Un matrimonio tan... discreto, nadie lo vio venir. ¿Cómo lograron mantenerlo

POV Isabella.El café de la oficina sabía a ceniza ese martes por la mañana. Mis dedos tecleaban sin pensar los informes, pero mi mente seguía atascada en el plan. Necesitaba la información de Heidy.Necesitaba una solución, Jeremy, el muy descarado, se paseaba por la zona ejecutiva como si nada, con el aura de CEO invicto más fuerte que nunca. Ayer, en su oficina, la forma en que me había mirado al dictarme que regresara, que no me «distrajera». El control en su máxima expresión.El zumbido constante de los teléfonos y los cuchicheos en los pasillos eran más intensos de lo normal. Los empleados se agolpaban alrededor de una de las mesas de recepción y sus voces susurraban con excitación.Intenté ignorarlos y concentrarme en las cifras de mi pantalla. Pero la curiosidad, una chispa que creía haber apagado, volvió a picarme.Levanté la vista y vi que Heidy venía hacia mí, con el rostro una mezcla de asombro y regocijo. En sus manos, sostenía una revista abierta. No era una revista cual