Evelyn.Le indico a Rodolfo que vaya por las cosas de mi hija, y como lo predije, Rhett no llegó solo. El hijo viene detrás con la abuela de Aihnoa, quien sostiene su bolso en su mano y el abrigo cerrado al frente. Le doy otro sorbo a mi jugo, tomando una servilleta para limpiar el labio superior de mi hija, quien voltea el rostro con el saludo de la mujer que tiene más pinta de tía que de abuela. —Maravilloso día para tí, abuela— le dice mi hija al llegar frente para dar su propio saludo. —¿Lo es para su alteza?— le pregunta colocándose a su altura. —Siempre lo son cuando estoy con mi mami— contesta inflando mi pecho. Siento la mirada de la madre de Logan. He lidiado con gente como ella toda mi vida, por lo que nervios no me genera. —Me agrada saberlo. Sus ojos pasan de mí a mi hija de nuevo.—¿Sigue sin hablar?— pregunta refiriéndose al hijo de Rhett que me tiene clavado los ojos desde que llegó. Es un adolescente que con su silencio expresa demasiado. —Lo hace cuando quiere,

Evelyn. Lo beso una última vez, como si el contacto pudiera grabar en su piel cada palabra que no digo, pero él sabe y yo reafirmo que existe. Me dice que irá pos Aihnoa y la llevará a casa luego del trabajo, y aunque sean cosas sencillas repara algo que no sabía que necesitaba esos ajustes. Me retiro del vehículo, con los labios húmedos y las manos aún temblando, intentando parecer la científica fría que todos esperan que sea. Aunque el camino de regreso al laboratorio se siente distinto.El aire tiene un peso diferente.Dejo la bata sobre el respaldo de la silla, pero sigo viendo el anillo. La piedra carmesí parece tener su propio pulso, un destello diminuto que me distrae cada vez que tomo un tubo de ensayo.Intento concentrarme. Escribo y borro porque su nombre se me atraviesa junto a la imagen de Aihnoa, él y yo juntos. —Cada tema tiene su lugar, Evelyn— me recuerdo, obligándome a seguir con la línea en el registro.“El compuesto responde mejor a la oxidación parcial…”El refl

Evelyn.Convencer a Gareth de acompañarnos a Aihnoa y a mí por un helado fue un trabajo difíci, hasta que le dije que sería de las Dos golondrinas. Son los mejores y también el sitio donde lo conocí hace diez años. La Evelyn de aquel momento que solo quería comprar el silencio de algunos meseros, nunca se imaginaría que el tipo que ayudó a llegar al hospital se convertiría en el incondicional que es ahora. Hoy, hace una década, su rostro lucía muy distinto, y sin embargo, siento que sigue sangrando por dentro. Sé que no bajará y por ello al detenernos pido helado de vainilla con pasas para Aihnoa, Gareth prefiere el de pistacho y por mi parte elijo crema americana y chocolate blanco. Todo para llevar. Mientras espero, la lluvia de murmullos la alcanzo a escuchar y el que no me importe impide que caiga de la misma forma que lo hice antes. Las mesas opulentas, la decoración al estilo clásico de la monarquía, es lo que le dio éxito al establecimiento. Mi padre lo creó en honor a sus p

LoganHoras antes...Durante toda la vida me han preguntado cuantas reglas podría sostener sin cambiar una sola palabra de ellas. Tal vez no las he pensado tanto, pero siempre mi respuesta fue sobrevivir, y nunca mentí, pero tampoco amplié el significado de este. Porque la realidad es que no acepto la derrota en ningún caso. Porque mi nombre no lo veo junto al fracaso. Ahora creo que una resalta sobre el resto. Incluso sobre ella. Mensajes atacan mi celular. No sé por qué sigue usando mi Black si le trasnferí lo suficiente para que vacíe tres tiendas completas. Sin embargo las notificaciones siguen llegando, teniendo que confirmar para que deje de joder con lo mismo. La única notificación que en verdad leo es la de una joyería donde compró un par de anillo de oro negro. Pero termino confirmando preguntando para qué diablos quiere esos si...—Es hora— me avisan y asiento dejando el móvil en el bolsillo. El olor de la madera barnizada y a café fresco impregna todo a nuestro alrededo

Logan. —Este es un buen momento para que cites a algún filósofo de los que leíste—, nos separamos y es lo primero que dice.—Ya vas a empezar —respondo, y verla reír con esa gracia que desarma hasta a los monstruos me enciende más que el fuego que ya corre por mis venas.Echa la cabeza hacia atrás, y el movimiento me concede territorio en su cuello, con la piel tibia que tiembla apenas la rozo con los labios. Ella ríe, yo saboreo la piel suave y llena de su fragancia. La cadena brilla sobre su pecho, y la lengua me traiciona, marcando el camino de esa luz hasta perderme en su olor. El blanco la vuelve celestial, un espejismo que debería mantenerme lejos porque detesto los disfraces, solo que en ella no lo es. El blanco es su firma. El blanco es su cárcel. El blanco es mi faro. Pero el rojo que viste ahora... el rojo la convierte en mi condena, en aquello que me niego a creer que otros vean en ella. Porque no hay pureza en cómo la deseo, solo el rastro de un incendio que pide cons