Capítulo 171 —El cañon fríoNarrador:El coche que llevaba a Azucena y la niña, avanzaba por las calles secundarias como un fantasma, lejos de las rutas principales y con la velocidad justa para no llamar la atención. Sofía iba en el asiento trasero, con las muñecas atadas y el cañón del arma descansando a centímetros de su costado. El chofer miraba por el espejo retorvisor, la escena y no le agradaba demasiado que su jefa se hubiera metido con una pequeña, pero no tenía cabida su protesta, así que condujo en silencio. La niña, sin embargo, no lloraba. Su respiración era firme, sus ojos clavados en la mujer que la había arrancado de los brazos de su familia. Había algo en esa mirada que incomodaba incluso a Azucena: una chispa desafiante, demasiado para alguien de su edad.—Esperaba gritos, lágrimas… algo más entretenido —murmuró Azucena, lanzándole una sonrisa torcida.Sofía inclinó apenas la cabeza, con el ceño fruncido.—Si lo que quieres es verme llorar, vas a aburrirte mucho —res

Capítulo 173 —Su lengua, su apellidoNarrador:La mansión estaba en silencio, pero no era calma: era la espera del filo antes del golpe. En el salón principal, Aylin permanecía sentada, pálida, con los ojos hinchados de tanto llorar. Eros no dejaba de caminar de un lado a otro, con la furia marcada en cada gesto, mientras Sasha estaba en un rincón, abrazando a Mateo que ya se había quedado dormido del agotamiento y del llanto. Leonardo, rígido, se mantenía de pie cerca de la ventana, sin apartar la vista del camino de entrada. Cuando finalmente los motores se escucharon afuera, todos se pusieron tensos. El Diablo y Dominic cruzaron la puerta principal sin mediar palabra. Sus pasos resonaron pesados hasta el centro del salón. Eros se adelantó, con la respiración entrecortada.—¿Y bien? —preguntó, casi rugiendo —¿Qué dijo Mauricio?El Diablo se detuvo frente a todos. Su rostro era piedra, pero sus ojos oscuros ardían. Miró a uno por uno antes de hablar, y cada segundo de ese silencio fue

Capítulo 175 —RehénNarrador:Azucena dio un paso atrás, los ojos inyectados de rabia, como una fiera que se niega a soltar la presa.—¡No vas a quitarme a la niña! —escupió, con la voz cargada de histeria.La miró fijo, como si calculara cada movimiento de ella. Dio un paso al frente y su sombra la envolvió.—Azucena… —murmuró, con una calma tan peligrosa que helaba —No acostumbro a golpear mujeres.Ella sonrió torcida, desafiante, como si creyera que podía provocarlo.—Entonces no empieces conmigo.Él ladeó la cabeza, como si hubiera encontrado la excusa perfecta.—Pero tú no eres una mujer. —Levantó la mano con furia —Eres una perra.El primer cachetazo resonó en el galpón como un disparo. Azucena giró la cabeza por la fuerza del golpe, la mejilla ardiendo al instante. Intentó devolverle la mirada con orgullo, pero apenas abrió la boca, el segundo golpe la atravesó. Esta vez, el eco quedó flotando en el aire, junto con un hilo de sangre en la comisura de sus labios. La sostuvo del m

Capítulo 177 —Te la sirvo en bandeja.Narrador:Las puertas de hierro se abrieron con un chirrido imponente, y el coche de Renzo avanzó lentamente por el camino principal hasta detenerse frente al hall de la mansión. Apenas apagó el motor, dos docenas de hombres armados rodearon el vehículo, apuntando sin dudar. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Renzo bajó con calma, como si nada pasara, sin perder esa sonrisa desafiante que parecía grabada en su rostro. Caminó despacio hacia el otro lado, abrió la puerta del acompañante y, con un gesto elegante, ayudó a Sofía a bajar. La niña saltó al suelo con el mentón en alto, orgullosa, como si hubiera regresado de una aventura y no de un secuestro. El Diablo apareció en el umbral del hall, con la mirada encendida de furia y el ceño fruncido, cada músculo de su cuerpo listo para desatar el infierno. Cuando sus ojos se posaron en Sofía, la dureza se quebró apenas un segundo: alivio y rabia mezclados en su expresión.—¡Sofía! —su voz retumb

Capítulo 179 —Vas a morir deseándolo.Narrador: El Diablo se plantó frente a Azucena, tan cerca que el olor a su perfume perfume y pólvora impregnaba el aire. Ella trataba de zafarse, las muñecas en carne viva por las sogas, pero era inútil. Él arrancó la mordaza de un tirón, desgarrándole la comisura de los labios. Azucena jadeó, con la boca reseca, apenas alcanzando a escupir sangre mezclada con saliva.—¿Qué mie*rda pensabas? —gruñó, la voz grave, reverberando en el galpón —¿Secuestrar a mi hija de diez años?—¡Quería hacerte pagar! —escupió ella, con una mezcla de rabia y miedo —¡Quería verte arrodillado!El Diablo soltó una carcajada oscura, sin humor. —¿Con mi hija? —repitió, inclinándose hasta quedar a centímetros de su rostro —Ni mis peores enemigos se atrevieron a tanto. Tú… estás podrida.Azucena quiso responder, pero él no le dio tiempo. Le descargó un puñetazo brutal en el estómago. El aire se le fue de golpe, doblándola sobre la silla mientras intentaba respirar entre a