Capitulo 161 —CarlitosNarrador:Era el jueves siguiente y, como cada semana, Natalia llegó al club con los gemelos justo a la hora indicada para su clase de natación. Los dos corrían hacia la piscina con la energía intacta, mientras ella los seguía con paso más pausado, revisando que llevaran todo. Afuera, el clima era templado, y el ambiente dentro del club estaba animado, con niños riendo y chapoteando en el agua. Azucena ya estaba allí, instalada discretamente en una de las bancas cercanas, con el aire de una voluntaria habitual. Había llegado con antelación, fingiendo estar ocupada en ayudar con la organización del área, moviendo toallas y hablando con otros adultos para reforzar su papel. Su mirada, sin embargo, no se apartaba demasiado de la entrada, aguardando el momento justo para acercarse. Cuando vio a Natalia sentarse, sola y tranquila, comprendió que esa era la oportunidad perfecta. Entoces cruzó el salón del club con pasos medidos, sosteniendo una expresión neutral que no

Capítulo 163 —ViciosNarrador:Román se sentó en el borde de la cama, apartando con suavidad la toalla que Aylin usaba para secar el cabello de su hija. Le revolvió un poco el pelo húmedo, como si quisiera desordenarle a propósito el peinado que su madre acababa de intentar dejar prolijo, y sonrió de lado.—A ver, jefa… cuéntame más de esa tal Marina Cortés.Sofía infló las mejillas. —Ya le conté a mamá… —rezongó—. No me gusta.—¿Y por qué no te gusta? —preguntó él, inclinándose un poco, atento a cada gesto de su hija.—Porque… —frunció la nariz —porque tiene cara de “ay, soy tan buena” pero no es de verdad. Es como esas muñecas que sonríen siempre, aunque las tires al piso.Román soltó una risa baja. —¿Y eso es todo?—No. —Sofía cruzó los brazos y balanceó los pies en el aire —Me miró como… como si estuviera pensando algo. No sé. Como cuando tú miras a alguien que no confías.—Ajá… —asintió él, sin apartar la vista.—Y después se puso a contar que su hermanito se murió… y Natalia

Capítulo 165 —SabuesoNarrador:Leonardo aparcó frente al club y bajó con paso tranquilo, pero con la mirada afilada. Entró al lobby y se acercó al mostrador, donde una joven recepcionista sonreía mecánicamente a todo el que entraba.—Buenas tardes —saludó él con amabilidad medida —Busco información sobre una voluntaria… Marina Cortez.La chica frunció el ceño, negando con la cabeza. —No me suena.Leo sacó discretamente un billete doblado de su chaqueta y lo dejó sobre el mostrador con un gesto casi imperceptible. —Quizá si miras en los registros…La recepcionista dudó un segundo, pero el dinero desapareció en el mismo movimiento en que ella giró la pantalla hacia sí. Tecleó rápido, revisando. —Aquí está… Marina Cortez. Voluntaria. Solo viene los jueves por la tarde.Leonardo ladeó la cabeza. —¿Solo los jueves? ¿No hay más días de clase?—Claro que sí —respondió ella, intrigada —Hay clases todas las tardes de lunes a viernes. Pero en su ficha dice que lo pidió específicamente…

Capítulo 167 —CaceríaNarrador:El Diablo estaba en su sillón de cuero, con una taza de café intacto sobre la mesa, aunque ni siquiera lo había probado. El silencio en el despacho era tan denso que hasta el tic-tac del reloj parecía un martillo. Eros caminaba de un lado al otro, inquieto, con las manos en los bolsillos. Tenía el ceño fruncido, como si cada palabra que había escuchado de Leonardo la noche anterior todavía le quemara en la cabeza. Sasha, en cambio, estaba de pie, apoyada contra el borde de la mesa, con los brazos cruzados, observando a los dos hombres con esa calma que era más apariencia que realidad. Fue Eros quien rompió el silencio. —La conclusión es clara: Marina Cortez no existe. O existió hasta hace cuatro años, y alguien la borró del mapa para ponerse en su lugar ahora.El Diablo giró lentamente la mirada hacia él, pero no dijo nada. Su sola presencia exigía precisión en los datos. Sasha tomó la palabra. —Lo que más me inquieta no es que esa mujer tenga crede

Capítulo 169 —Azucena es Marina CortezNarrador:Sasha cayó de rodillas en el suelo, con el aire atascado en los pulmones y la mente hecha pedazos. La imagen de Sofía en manos de Azucena se le repetía como una tortura. No había reaccionado a tiempo, no había estado a la altura, y esa verdad le quemaba por dentro. Uno de los hombres del Diablo se acercó con cautela.—¿La seguimos? —preguntó, con la voz baja pero cargada de tensión. Sasha no respondió. Sentía la garganta cerrada y el peso de la impotencia hundiéndola cada vez más. —Señora… ¿la seguimos? —insistió el hombre.Sasha alzó la cabeza lentamente, con los ojos ardiendo de furia.—No.El silencio cayó sobre todos como un plomo. El hombre se quedó inmóvil, dudando.—Pero si no lo hacemos…—¡He dicho que no! —lo interrumpió Sasha, la voz quebrada pero firme —Tiene un arma apuntando a la cabeza de Sofía. Si la seguimos, la matará sin dudarlo.El hombre apretó la mandíbula, entendiendo la gravedad de esas palabras. —Entendido, señor