MaximeMarc me fija, su mirada oscilando entre desconfianza y cálculo. Intenta ocultar su nerviosismo, pero percibo las microexpresiones que traicionan su incertidumbre. Sabe quién soy, o al menos, ha oído hablar de mí. Y si mi nombre solo no es suficiente para asustarlo, el arma bajo la servilleta en la mesa debería recordarle que está jugando en un terreno peligroso.Léa, por su parte, no se mueve. Aprieta su taza de té entre sus dedos, con los nudillos blancos. Siento su tensión, su miedo, pero también algo más. Un destello de determinación. Ya no quiere ser una víctima.Marc se relaja ligeramente y muestra una sonrisa torcida.— Es encantadora esta puesta en escena, pero sabes tan bien como yo que no puedes matarme aquí.Levanto una ceja.— ¿Quién habla de matarte?Su sonrisa se congela.— ¿Crees que voy a jugar tu juego, Valence?— No es un juego, Marc. Es una advertencia.Me inclino ligeramente hacia adelante, mi mirada atravesando la suya.— Léa está bajo mi protección. ¿Sabes
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