CRYSTAL Gruño molesta ante la mirada para nada agradable de Morfeo y sus hombres. El traje que llevo puesto es algo que usaría un hombre; por lo tanto, se pega a mí casi como una segunda piel. A pesar de que la tela es suave, puede ser resistente, y prueba de ello es que no se ha incinerado con las miradas para nada decentes del montón de chupasangres sobre mí. Nos alejamos del castillo a otra zona llamada "la caja de la muerte". Ese fue el nombre que le dieron porque aquí nacen los guerreros fuertes, mientras que los débiles mueren. —Diosa, Crystal, me dan ganas de arrancarte esa ropa y follarte como merece ese cuerpo tuyo. Mi cara de fastidio se refleja bastante bien ante las palabras descaradas de Morfeo, haciendo que los demás se rían y silben en aprobación. —Pero no te preocupes, ninguno de los bastardos presentes te tocará ni un cabello, y con eso me incluyo. «Al menos se llama bastardo a sí mismo, ya me cae bien.» «¿De verdad, Thea?» —Muy bien, ahora presten todos ate

EZRA Han pasado tres meses desde que ella abandonó por completo mis tierras y simplemente se esfumó en el aire. Al principio, pensé que eso era lo mejor; todo el desastre que causó ese día me tenía al borde de una rabia desmedida en la que sabía que podría hacer algo de lo que me arrepintiera. Mi manada original intentó poner al resto en mi contra, por lo que tuve que aislarlos de todos los demás. No iba a permitir una rebelión porque, aunque ellos sean lo único que queda de mi pasado, no toleraré por mucho tiempo cosas así. Me paso una mano por el cabello, frustrado, sentado al borde de su habitación, donde su olor aún prevalece, pero poco a poco se va desvaneciendo. No debería estar aquí, no debería desear su presencia; sin embargo, aquí estoy, aferrándome a lo poco de ella porque no puedo sacarla de mi cabeza. De alguna forma, termino en esta habitación vacía y sin vida, porque todo lo que le daba ese toque de color era ella. Me levanto, tomando la vasija para echarle agua

CRYSTAL Había caído al río; ambos lo hicieron, tanto él como la criatura que lucha por alcanzarlo. No, no podía dejarlo morir. Corrí por toda la orilla siguiéndolo, buscando la forma de poder ayudarlo. Esquivé árboles caídos, resbalé muchas veces a punto de caerme, pero seguí tratando de llegar a él. «Ahí, Crystal, si se queda atascado entre esas rocas, podremos ayudarlo». Y como si la suerte nos escuchara, se detuvo el tiempo suficiente para poder saltar y tomarlo, sujetándome de las rocas resbalosas para no ser arrastrada por la corriente. No era tan fuerte y cargar con un macho adulto inconsciente me estaba llevando más allá del límite. Noah llegó junto con Mark, saltando entre las piedras para llegar a mí, pero nada estaba a nuestro favor. —¡NOAH!— grité desesperada, escuchando el crujir de sus huesos cayendo al agua, que de inmediato comenzó a teñirse de rojo. No, no, no, por favor. Me solté, arrastrando conmigo a Marcus; Demetrio y Mark ahora nos siguen por la orilla, l

NARRADOR Morfeo contempla desde lo alto de la habitación al grupo bullicioso que se retira de los campos de entrenamiento en su día libre. En medio de aquel grupo destaca una hermosa loba que es todo un enigma para él. Sabe que es diferente no solo por el poder que posee, sino porque ella no parece ser una Astra completamente. Es una loba, pero también es algo más, y se pregunta si eso implica un riesgo devastador a largo plazo. —¿Tú qué crees, Morfeo? —pregunta Enodia, llegando a su lado, mirando partir a Crystal. —No estoy seguro, Enodia; con ella no estoy seguro de nada. Yo creo que puede romper ese hechizo que la ata a la Reina Layka, pero… existe una posibilidad de que no. Mira a Ezra, ha pasado años en una búsqueda casi perdida. —Eso es cierto, aunque la respuesta a lo que él busca está justo ahí. Morfeo se queda en silencio, mirándola desaparecer con sus hombres, y es allí cuando algo pasa por su mente. —Yo creo que la Reina Layka no sabe lo que estaba creando. —¿A qué

CRYSTAL Alcé la mirada hacia aquellos que se habían convertido en más que mis compañeros para verlos luchar contra los suyos. Me estaban protegiendo, aunque ya era tarde. Algunos lograron zafarse de ellos; venían hacia mí, listos, con sus uñas fuera y sus ojos brillando con odio. Me levanté, volviendo a caer sobre mi propia sangre. No tenía fuerzas para hacer esto; la plata estaba totalmente en mi sistema. Thea se retorcía de agonía en mi mente, luchando contra ella. Si venían a matarme, al menos los vería a los ojos para poder atormentarlos de aquí en adelante. Uno de ellos se adelantó, corriendo hacia mí, y, faltando solo centímetros para cortar mi garganta, un enorme lobo apareció, arrancándole la cabeza de un solo zarpazo. Soltó un aullido poderoso, haciendo temblar la tierra bajo nuestros pies. Todos se quedaron quietos, observándolo, pero ya no era solo él; de entre los árboles fueron saliendo más y más. Todos dispuestos a luchar, aunque no estuvieran en su territorio. —