«Tienes que hacerlo, Zefor», le dijo Zik, su lobo interior. «Esto es también por ella, por su bien y libertad, por su vida y la nuestra. Luna tiene la protección de nuestro don divino, estará a salvo. Connie puede ayudarla a romper esos rituales. Si no lo haces ahora, será tarde, para ella y por supuesto, para nosotros…» Alfa Zefor cerró los ojos por un momento. Su respiración se volvió más lenta. Su pecho subía y bajaba con inquietud. —Confiaré… en la diosa —dijo por fin—. Que proteja a mi cachorro… y a su madre. ………… ✧✧✧ Esa noche, en la manada de Susurros Nocturnos. ✧✧✧ La luna resplandecía en el vasto cielo, una noche que parecía bastante tranquila en el territorio de esos hombres lobos. Las antorchas de las murallas interiores iluminaban el lugar, donde la piedra negra daba una apariencia severa a los edificios. El aire era húmedo y fresco, hombre lobos guardianes merodeaban por los alrededores, protegiendo a los suyos. En las afueras de la pequeña mansión de madera y

La luna lo bañaba todo con su brillo pálido. El pasillo largo, de barandas pulidas y farolas encendidas, parecía suspendido en el tiempo. Una ligera brisa agitaba la cabellera rubia de Adalet, pero ella apenas la sentía. Solo podía mirar a Zefor, con el corazón latiendo fuerte en el pecho. —¿Tan poco te importa tu vida y la del cachorro en tu vientre? —gruñó ese Alfa dorado, cada palabra saliendo como un filo tenso de rabia contenida—. ¿En serio eres tan terca para arriesgarte… por el hijo bastardo que tuve por error con una m@ldita traidora? —No fue un error protegerlo —susurró Adalet con voz temblorosa—. Connie lo dijo… que si me conectaba con él… lo mantendrías con vida. Zefor parpadeó lentamente. Su mandíbula se tensó. —¿Y realmente lo hiciste…? ¿Arriesgar tu vida, así? —Sí… —respondió ella, casi sin respirarlo, claramente mintiendo—. Por medio del brazalete y del pendiente. Connie los hizo para crear un vínculo. Lo sentí… está ahí. —¿Y desde cuándo decides cosas

>>> Adalet: El aire nocturno me erizó la piel. Pero fue su mirada la que encendió cada centímetro de mí. —Zefor… —jadeé, ya sin saber si quería escapar o que me desgarrara entera—. Este no es un buen sitio para… —No te atrevas a detenerme —me advirtió, con su aliento contra mi cuello… Y… ¡Ah, diosa!~ ¡Este macho me quiere torturar, definitivamente eso busca! —¿Y si lo hago…? —dije con un poco de rebeldía… Aunque, ¿a quién demonios engaño?… ¡Quiero más de él! Él se detuvo un instante. Me miró con esa mirada que atravesaba mi defensa por completo. —Lo pagarás~ —murmuró. —¿Me vas a castigar severamente?~ —sonreí, con un poco de jugueteo y curiosidad. Él no respondió. Mi vestido cayó a mis pies, y en segundos… soltó mi sostén, dejándolo caer también a un costado. Mis pechos quedaron desnudos. El viento los acarició, pero fue su mirada la que me hizo temblar, y… Sentirme tan expuesta como… Excitada. Mi Alfa fijó sus ojos ahí, justo en mis senos, sin prisa. Luego sus

>>> Adalet: —¡¿Por qué haces eso?! —me quejé, con los ojos llenos de frustración. —Porque me gusta verte así… temblando, jadeando, a punto de rogar, Luna~ —me respondió, lamiéndose los labios y mirándome como si fuera su exquisita presa. Entonces, Zefor se levantó, y comenzó a desabrocharse el cinturón… Me quedé inmóvil, viendo en dirección de su masculinidad fijamente… Tragué saliva, sentí mi cuerpo aún más caliente… Y… vi cuando su miembro erecto salió, grueso, palpitante, con la punta húmeda… Mi cuerpo se estremeció solo al verlo. —Si tanto me deseas… cabálgame tú. —¿Qué…? —Hazlo, Luna. Si me quieres dentro, demuéstralo. No pienso tomarte hasta que tú misma me lo pidas. Mi corazón latía como loco. Me mordí el labio inferior. No podía más. Estaba tan excitada que sentía que mi corazón se saldría de mi pecho. Temblando, me puse de pie. Mis piernas aún me fallaban, pero me sujeté de sus hombros. Él se sentó en el banco, abriéndose para mí. —Ven —susurró ese Alfa—. Sé mi lo

—Buenos días, Luna —dijo Zefor con voz grave—. Hay algo que debo contarte, algo importante. De hecho, dos cosas. Adalet se incorporó lentamente, cubriéndose apenas con las sábanas. Sus ojos, aún somnolientos, se clavaron en los suyos, alertas al cambio de tono que percibía en su esposo. —¿Qué cosas? —preguntó la hembra, preparándose para recibir noticias que intuía no serían buenas. Zefor suspiró y se levantó de la cama, caminando hacia el ventanal. La brisa de la mañana agitaba levemente las cortinas oscuras, y el cielo sobre la manada Garra Dorada estaba cubierto de nubes tenues. Por un momento, el Alfa no dijo nada. Luego giró lentamente la cabeza, con el ceño marcado por una tensión que no se molestaba en ocultar. —Korina está encerrada en los calabozos —dijo con voz firme—. Renna está muerta. Korina con ayuda del brujo Falco, lo hizo, tomó su lugar, pero fue descubierta y capturada ayer. Adalet sintió cómo el silencio se volvía espeso. Una punzada en el pecho le obligó a