✧✧✧ Esa misma mañana, pero en la habitación matrimonial. ✧✧✧ La brisa entraba desde el balcón, arrastrando el olor de los pinos y la humedad del amanecer. Las cortinas rojas se movían con lentitud. Luna Adalet estaba de pie frente a la baranda, con el cabello rubio suelto cayéndole por la espalda. Vestía una blusa y pantalón marrón claro, junto a sus botas de cuero. Sus manos aferradas a la baranda. Tenía el ceño fruncido y los ojos perdidos en los árboles. El viento jugaba con los mechones rubios que se cruzaban sobre su rostro, pero ella no los apartaba. Su mente estaba en otra parte… ¡En Zefor! ¡En su hijastro! —Zefor va a hacer algo estúpido —murmuró para sí misma—. No puedo permitir que le haga daño… —dijo en voz más baja—. Ese chico… ese niño… es su hijo. No puede tratarlo como un enemigo. No puede… Ah, aunque merezca un castigo, espero que no haga una estupidez. Sus dedos apretaron más el borde de piedra. Respiró hondo, pero sintió el pecho tenso, como si algo

El pequeño objeto era blanco. Transparente como hielo. En forma de copo de nieve tallado en diamante. —Esto lo aprendí de él —explicó Connie—. Mi magia, es su magia… Literalmente. Somos uno —confesó con amor esa hembra—. Este pendiente es una creación de magia blanca, vinculada a mi energía. No es tan fuerte como un enlace de manada entre un Alfa y sus lobos, pero servirá. Podremos comunicarnos como si lo fuera. Connie se lo colocó a Adalet suavemente en la oreja izquierda. Adalet lo tocó con cuidado. Sentía un leve cosquilleo… como si la estuvieran acariciando desde el interior. —No sé qué decir… —Di gracias —sonrió Connie, abrazándola con fuerza—. Y acéptalo como lo que es. Una señal de que te considero parte de mi familia. Quiero que tú y Zefor… estén bien. Que lo de ustedes sea real. Que sea fuerte, y hermoso… Y bendecido por la diosa. Como debe ser. Adalet sintió un nudo en la garganta. Cerró los ojos y abrazó a Connie con fuerza, sintiendo por primera vez que tenía una h

En los calabozos. Los pasos de sus botas resonaban con firmeza. La Reina Alfa de la Noche Carmesí, descendió por las escaleras de piedra, su cuerpo envuelto por la tenue luz dorada de las antorchas de pared. Alfa Zefor estaba justo ahí, dirigiéndose junto a su Beta a la salida, cuando detuvo sus pasos… ¡Sintiendo de inmediato la presencia de su hermana! Finalmente, Connie apareció frente a Zefor. —¿Qué haces aquí? —preguntó ese macho, con voz baja y grave. —Vengo a ver a Jareth —contestó ella sin detenerse. Avanzando a pasos imponentes y rápidos, guiada por el aroma de ese chico, ese que una vez cargó en sus brazos cuando era un bebé. Zefor frunció el ceño, claramente molesto por el atrevimiento de esa hembra. —No tienes permiso. Este no es tu maldito territorio, Connie. —No necesito tu permiso —dijo la loba con rebeldía—. Es mi sobrino. ¡Soy su familia y lo visitaré! Zefor apresuró sus pasos y la detuvo con fuerza del brazo. —¡Soy el Alfa, nadie puede verlo sin mi a