C22-¿VAS A CUIDARME?Eros entró al restaurante como si nada hubiese pasado.—Disculpen, señores. El inconveniente tardó un poco más.Los cuatro hombres rieron y alzaron sus copas.—No te preocupes —dijo uno de ellos —. Tu esposa es una gran compañía… lo malo es que no habla.Eros miró a Lucy y luego a sus socios.—Mi esposa no está acostumbrada a este tipo de cenas. Fue un error traerla —dijo. Luego giró ligeramente la cabeza hacia Lucy—. Espero me disculpes, cherie.Lucy sintió cómo algo se le movía en el estómago. Las mariposas revolotearon tan fuerte que casi le dolía.Cherie.Era solo una palabra. Pero para ella significaba mucho, era casi como si fuera real.—Está bien. Yo…Se detuvo y miró su mano.—¿Qué te pasó? ¿Te cortaste?Eros siguió la dirección de su mirada y vio que había sangre seca en sus nudillos. Tomó una servilleta, se limpió sin apuro.—Nada de qué preocuparse, cariño… Solo le di una lección a alguien.Lucy se tensó y su mente voló directo al hombre del pasillo. No

C24-¿QUIERES QUE TE AYUDE A OLVIDAR?Eros entró en la habitación y al centro, la chica estaba de rodillas sobre la alfombra, esperándolo. Su cuerpo estaba cubierto por un corsé de encaje negro, y su postura era sumisa, como se esperaba de ella.El, la miró sin interés y ella levantó la vista al notar su presencia, sonrió suavemente, casi tímida, a la espera de su orden.—¿Qué te gustaría que hiciera, amo?Eros la miró, pero no la vio realmente. Su mente estaba lejos, no en ella, ni tampoco en lo que ofrecía. Su estómago se tensó por un motivo que no podía identificar. Su mirada recorría su cuerpo, pero no deseo, no habia nada.La sumisa, al ver la falta de respuesta, frunció ligeramente el ceño y se atrevió a preguntar de nuevo, suavemente.—Amo… ¿está bien?No la escuchó. Porque en ese momento, las imágenes de Lucy volvieron a asaltarlo una tras otra, como flashes imprevistos.Sus besos en el vestidor, el gemido que había escapado de su garganta en la cena, el miedo en sus ojos duran

C26-VOY A DESCUBRIR QUIEN ERES...Lucy respiraba con fuerza, tenía el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante con las manos en las rodillas. El sudor le bajaba por la frente, pero no se quejaba. Frente a ella, Daniska se movía con precisión, la mujer era puro control.—Otra vez —ordenó.Lucy se cuadró y levantó los puños. Ejecutó el movimiento de defensa con más fuerza esta vez, su codo giró bien y su postura.—Mejor —dijo, Daniska, suavizando la mirada ―Ya no pareces una muñeca de porcelana.Lucy soltó una pequeña risa, jadeante.—Gracias… supongo.—Te lo digo porque vas avanzando. No es solo técnica, también es la actitud. La fuerza también viene de aquí —señaló su pecho—. De no dejar que te vuelvan a lastimar.Daniska la observó por unos segundos antes de hablar de nuevo.—Mi marido me golpeaba.Lucy se quedó quieta y totalmente sorprendida.—Fue hace años. Él también era militar, igual que yo. Pero tenía más rango, más influencia y sabía esconderse detrás de su uniforme.La ru

C28- TESTIGO EQUIVOCADA, DESEO INESPERADO.París – 1:03 AMCamille Dubois se despidió con una sonrisa de sus compañeros, atándose el abrigo hasta el cuello mientras salía por la puerta lateral de la panadería Le Doux Matin.El aroma cálido a pan dulce y crema de vainilla aún se aferraba a su ropa, igual que a su cabello rubio trenzado de forma floja sobre el hombro derecho. El bolso colgaba liviano a su costado, con un paquete de croissant que pensaba dejar en la portería del edificio para los niños que no tenían qué desayunar.La calle Rue Montorgueil a esa hora estaba vacía. La mayoría de las luces apagadas, y el viento frío le calaba hasta los huesos, lo que hizo que se ajustara el abrigo con más fuerza, temblando mientras esquivaba charcos, bolsas de basura acumuladas y cajas mal apiladas frente a una vieja frutería cerrada.Trabajar hasta la madrugada no era una opción, era una necesidad. Las facturas se acumulaban en la mesa de la cocina todos los meses. El alquiler, la electrici

C30-PARA BIEN O PARA MAL.—¿Perdón? —dijo una de ellas, con la voz aguda, mirando a Lucy como si fuera una broma.Pero Lucy no pestañeó y si dio un paso más y escupió las palabras sin vacilar:—Las zorras no son bienvenidas en esta casa.Las mujeres abrieron los ojos, indignadas.La furia de Lucy crecía a cada segundo dentro de ella. Verlas ahí, con Eros, en su cama, en su espacio... La idea de que él las hubiera traído, de que se atreviera a usarlas como si ella no existiera, como si fuera invisible... le quemaba por dentro.Sabía que no tenía derecho a reclamar nada. Que todo esto era un acuerdo y que nunca prometieron fidelidad.Pero no le importaba y ya no podía contener lo que sentía.Las dos mujeres se giraron hacia Eros, esperando su intervención.—¿Eros...? ¿Vas a dejar que esta bruja nos hable así?El no respondió.No tenía capacidad para hacerlo.Solo la miraba.En ese momento, ella era más peligrosa e irresistible que nunca. Y él estaba completamente jodido.De repente, Luc