C170- HACE UN MES.Eros no le dio tregua. Con un movimiento brusco, la volteó sobre sus manos y rodillas, posicionándola en cuatro frente a él. La cachetada en sus nalgas resonó en la habitación, dejando una marca roja que contrastaba con su piel. Lucy jadeó, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir la punta de su polla rozando su entrada, empapada y temblorosa todavía por el orgasmo anterior.—Así me gusta —gruñó, pasando los dedos por el lugar enrojecido antes de agarrarla de las caderas con fuerza—. Toda para mí.Ella apenas pudo asentir antes de que él, se hundiera hasta el fondo en un solo movimiento. Lucy gritó, sus uñas clavándose en las sábanas, pero Eros no le dio tiempo a adaptarse. Empezó a moverse con un ritmo implacable, cada embestida más fuerte que la anterior, el sonido húmedo de sus cuerpos chocando, llenando el aire.—Eros— gimió ella, la voz entrecortada por los golpes.Él no respondió, estaba demasiado concentrado en la forma en que su coño la envolvía, ca

C172-TODO MENOS ESO.El ruido del tráfico matutino se filtraba por los ventanales de la oficina. Eros entró, con los hombros tensos y una expresión que advertía a cualquiera que no era buen momento para preguntas. Cassio lo esperaba sentado tras el escritorio con una taza de café humeante, que levantó la vista apenas lo vio.—¿Tan temprano y ya con esa cara? —bromeó, aunque el tono perdió fuerza al notar la mirada vacía de su amigo—. ¿Qué pasó?Eros no dijo nada y se dejó caer en una de las sillas frente al escritorio, pasándose una mano por el rostro como si intentara borrar las últimas horas. Las palabras de Lucy aún resonaban en su cabeza, clavadas como cuchillas: “Podemos divorciarnos. No estoy obligada a seguir contigo.”—Lucy me dio un ultimátum —dijo al fin, con la voz más áspera de lo habitual. Si no tengo un hijo… se va a divorciar.Cassio dejó la taza con un golpe seco.—¡¿Se quiere divorciar?!—Eso fue lo que dijo esta mañana.Cassio alzó una ceja, ladeando la cabeza con i

C174-TE ESTARÉ ESPERANDO.Eros se acercó a Luna con cautela. Su silueta se recortaba contra las luces parpadeantes de los coches de detrás, pero su mirada estaba fija en ella. Luna estaba de pie, rígida, con los brazos cruzados, como si el peso de lo que acababa de presenciar no terminara de asentarse en sus hombros. Eros lo entendia. Perder a un padre, incluso a uno podrido, dejaba cicatrices que no sanaban fácilmente.—Luna... —murmuró con voz baja, sin querer invadir—. Lo siento mucho.Ella asintió sin mirarlo, sus ojos seguían clavados en algún punto invisible.—Gracias… igual… este habría sido su final aunque no lo quisiera.Eros guardó silencio. No era momento de discursos ni promesas huecas. Apretó los labios y asintió apenas con la cabeza.—Bien, entonces vamos…Caminaron juntos hacia los vehículos, flanqueados por los hombres de Eros. Las puertas se abrieron con precisión, listos para sacarlos del lugar sin dejar rastro. Pero cuando Eros estaba a punto de subir, sintió una vi