C125- NO HUYAS TODAVIA.

Camille no iba a quedarse sentada como una idiota.

Le habían arrebatado el teléfono, la habían encerrado en esa maldita mansión, pero ella no era una prisionera. Y aunque Klaus quisiera tratarla como una más de sus posesiones, no pensaba obedecer.

El pasillo estaba vacío. No había rastro de Klaus ni de Evana.

Camille bajó las escaleras con el corazón martillándole el pecho como si quisiera escapar antes que ella, pero tenía que llamar a Stefan.

Entró al salón con paso sigiloso y agarró el teléfono fijo que había visto cuando llegó, marcó rápido.

—Vamos, contesta… por favor…

De repente un clic detrás de ella la congeló.

—¿Qué crees que estás haciendo, Camille?

Era Evana.

Su voz no sonaba dura, pero su presencia bastaba para hacerla girar despacio.

—Voy a llamar —respondió—. Me voy de aquí.

Evana se acercó y le quitó el auricular y lo colocó en su lugar.

—No puedes usar los teléfonos de la mansión para hacer llamadas externas. Klaus los restringió todos.

Camille