ErnestoTocaron a la puerta de la próxima clínica odontológica. Debía de quedar lista para finales de la otra semana, tal vez antes. Por quedarme encerrado, dedicado a darle mi toque personal, no se inauguró antes. No logré estar presente en su construcción. Si Dios lo permite, diez colegas estarán trabajando conmigo.Tenía hambre, mamá dijo que me traerá el almuerzo, debe ser ella… —No me pongas esta prueba, Señor—. El viento ondeó su cabello, con esa sonrisa de inocencia. Se veía preciosa la mujer de mi vida, lástima que me sea prohibida.—Llegó el domicilio.¿La he evitado durante la semana y ahora es ella a quien mi madre envía? Porque de solo recordar lo hecho en el carro, se endurece el pene. Me hice a un lado, los implementos para equipar los consultorios seguían empacados en sus respectivos lugares. Faltaban desarmarlos y dejar cada área como lo diseñó la preciosa de ojos azules frente a mí.—Ángel, ¿qué haces aquí?—Mamá, tiene mucho trabajo, no pudo traerte el almuerzo, aunq
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