Todos los capítulos de Mamá, ¡Tu Jefe CEO es mi Papi!: Capítulo 71 - Capítulo 77
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Latidos de un corazón.
Llegó, entonces, un día en que después de una revisión matutina y ante el incesante registro de la enfermera, el teléfono sonó con noticias de un control modificado.Oliver, con el ceño fruncido, pero la voz decidida, me indicó que el médico especialista quería vernos de inmediato debido a una fluctuación preocupante en mis cifras. La urgencia se palpaba en el ambiente familiar, y mientras el reloj marcaba el paso de cada minuto, mi corazón latía al compás de la inquietud.El traslado al centro médico se realizó de manera rápida y reorganizada. En el trayecto, sentí cómo mi cuerpo se rebelaba, con un persistente dolor de cabeza y una visión casi nublada que me hacía temblar. Oliver no soltó mi mano ni por un instante, y sus ojos se llenaron de una mezcla de preocupación y determinación. LLegamos al centro de atención materna, donde un equipo especializado ya nos esperaba para realizar una serie de pruebas más exhaustivas. Allí se comprobó que mi presión arterial había escalado en form
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Resiliencia a la muerte.
No suelo detenerme a pensar en cómo los meses se deslizan entre mis dedos, como arena fina que se escapa sin que nadie pueda retenerla, pero en esta etapa de mi vida, cada día se ha impregnado de un significado que trasciende la mera sucesión del tiempo. Recuerdo el instante en el que me enteré de la noticia que, entre la confusión y el asombro, cambiaría mi destino; estaba esperando un hijo... o mejor dicho, dos. Los primeros días se llenaron de emociones contradictorias. Por un lado, la euforia de saber que una parte de mí crecía y latía con fuerza en mi interior; por otro, una sombra de temor y culpa, pues en medio de este torbellino vital, la boda de Wen (la querida hermana menor del CEO) se había tenido que posponer.Ese día, mientras las campanas de la felicidad parecían resonar en otros lares, mi corazón se sentía aplastado por un peso inesperado. ¿Cómo podía ser que en el instante en el que mi vida pendía de un hilo, el mundo celebrara sin pausa la felicidad de alguien más?
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Frutos del amor que descubrí.
Cuando desperté, la habitación estaba revelada con luces suaves y el murmullo de voces que expresaban alivio. Mi mente, aún enredada en la pereza del sueño, comenzó a atreverse a comprender la magnitud de lo ocurrido. A mi lado, un silencio lleno de expectación se hacía notar en cada respiración, cada latido. Lentamente, la realidad se impuso; había sobrevivido, y en ese mismo instante, algo maravilloso se encontraba a la espera. El primer contacto fue indescriptible. Sentí un calor reconfortante y la delicada piel de dos pequeños seres acariciando mis manos. Los ojos se me inundaron en un torrente de emoción al verlos; pequeños gemelos varones, cuyas miradas, aún cerradas por el sueño, parecían prometer un futuro lleno de posibilidades. Por primera vez desde que la vida me había puesto a prueba, encontré en el tenue resplandor de aquel cuarto el amor más puro e incondicional. No pude evitar derramar lágrimas de alivio y felicidad, sabiendo que cada sacrificio, cada momento de dolor
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Adrien y James O'Sullivan.
No sé en qué momento exacto se grabó esta imagen en mi memoria, pero cada vez que cierro los ojos, vuelvo a aquella tarde gris y lluviosa en la que, sentada de frente a Oliver, debíamos hablar de algo tan simple y tan crucial como los nombres de nuestros futuros gemelos. Recuerdo claramente el murmullo constante de la lluvia golpeando los cristales de la sala. La penumbra del atardecer se filtraba a través de las cortinas, esbozando sombras sobre las paredes, como si el mundo mismo estuviera en suspenso, esperando mi reflejo. Yo estaba allí, apoyada en mi sillón favorito, aquellas sutiles curvas en mi vientre recordándome la nueva vida que llevaba en mí. Pero en ese entonces, la emoción se mezclaba con una inquietud persistente: Oliver, mi esposo, había sido durante tanto tiempo el frío implacable, distante y siempre envuelto en su propio mundo. Antes de enterarme de mi embarazo, las palabras de Oliver eran tan precisas y medidas como sus decisiones en la oficina: breves, sin ador
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Regalo divino.
POV Wen —¿Estás lactando? —Pregunté sorprendida ni bien entré a la habitación del hospital, al ver a Agnes, dando pecho a uno de los gemelos.Agnes me miró atónita, casi avergonzada. Desesperada, intentó cubrir sus senos, pero por el bien del bebé dejó gran parte al descubierto.—Lo siento, Adrien tiene hambre. —Susurró avergonzada. Sonreí ante su respuesta.El simple hecho de que amamantara a mi sobrino era algo que debería hacerla sentir orgullosa, no avergonzada. —No tienes que preocuparte por eso, esta es tu habitación; discúlpame a mí por no tocar. —Respondí sentándome en la orilla de la cama, mientras observaba al otro bebé que dormía plácidamente en la pequeña cuna improvisada del hospital—. Supongo que él es James. —Susurré a Agnes, sin poder apartar la vista de mi pequeño sobrino. Agnes asintió.—Adrien es quien siempre está comiendo, James es más tranquilo. —Dijo ella observando a los bebés. Sonreí al escucharla. En cierta manera, estos gemelos me recordaban a Owen y a mí
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La niñez de los O'Sullivan.
Dicen que nuestro subconsciente tiende a borrar los recuerdos más dolorosos de la niñez y quizás, es por eso que no recuerdo nada antes de cumplir seis años. Para mí es como si hubiera comenzado a existir a partir de ese momento.Cada vez que miro a mis pequeños sobrinos, no puedo evitar recordar mi niñez junto a mis hermanos. Crecí en aquella gran mansión en la que solo se podía escuchar el eco de pasos siempre apresurados, de los empleados domésticos, que se ocupaban de cuidar la casa. Siempre parecían tener trabajo y aunque sus pasos eran elegantes y sofisticados, el inmenso silencio de nuestra casa, hacía del sonido un eco perturbador.Quizás,por eso mi sueño siempre fue tener una gran familia y ahora, viendo a mi hermano sostener a sus hijos con tanto amor y dedicación, me hacía creer que tal vez no era la única que pensaba de esa manera, incluso Owen, parecía tener el mismo objetivo, aunque ninguno de nosotros había dado un paso para conseguirlo.Oliver, había heredado las resp
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Libre como las mariposas.
Los fines de semana en mi familia, eran de las pocas veces en las que podía decirse que estaba plenamente feliz. Sobretodo porque mi hermano Oliver estaba en casa durante todo el día y jugaba con nosotros.No obstante, mis padres prácticamente eran fantasmas, apareciendo y desapareciendo de nuestra vida sin previo aviso y sin que les importara.Una tarde lluviosa, cuando las gotas golpeaban los ventanales y los relámpagos resonaban en el cielo, recuerdo haberme refugiado en el desván. Allí, entre viejas fotografías y cartas amarillentas, encontré pistas de lo que había sido nuestro pasado. —Wen, ¿Has visto estas fotos? —Me preguntó mi hermano Owen, que junto a mí, se escondía en el desván.Yo las tomé entre mis manos temblorosas y pude observar a mis padres y sus fotografías de boda, donde se les podía ver el desinterés el uno por el otro. En aquel momento, a pesar de mi corta edad, pude entenderlo; mis padres no se casaron por amor y es por ello, que nosotros, sus propios hijos, no
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