Cap. 20: ¡Cuéntamelo todo!El salón permanecía en silencio tras la salida de Emerson esposado. La incomodidad era palpable. Algunos inversionistas aún no bajaban los teléfonos, otros se pasaban la mano por el rostro, como si necesitaran limpiar la vergüenza que acababan de presenciar.Uno de los miembros del comité, un hombre de cabello canoso y voz pausada, rompió el silencio:—Señor Callahan… ¿puede explicarnos qué fue todo esto? ¿Desde cuándo sabía…?Nathan soltó lentamente el aire por la nariz, como quien se prepara para ordenar las piezas de un rompecabezas muy complejo.—Todo comenzó cuando la señorita Smith —dijo, girando brevemente hacia Marie con suavidad en la mirada— renunció a Callahan Corp. por razones personales. Tiempo después, supe que había aceptado un cargo importante en Knight Corp., una empresa de la que, hasta entonces, nunca había oído hablar.Otra voz se alzó, esta vez femenina, con acento británico:—Knight Corp. decía operar en Europa del Este.—Exacto —asinti

Cap. 22: Bendición y oportunidad. El auto se detuvo frente a Elysium Gardens bajo un cielo opaco, como si presintiera que dentro de aquellas paredes se respiraba más hielo que aire. Marie bajó con serenidad fingida. Cada paso que daba la acercaba a una mujer capaz de destruir con palabras más que muchos con armas. Pero ella no venía a enfrentarse. Venía a ponerse de pie. A mirar de frente.April le sujetó suavemente el brazo.—Estaré aquí esperándote —dijo con firmeza.Marie asintió. Respiró hondo y entró.La enfermera la condujo hasta el mismo jardín donde Nathan había encarado a su abuela días atrás. Vivianne Callahan estaba en la misma mesa, con el té humeante y ese mismo porte altivo que ni la edad ni la soledad habían podido doblar.—¿Y tú quién eres para presentarte sin invitación?Marie no se inmutó. Se acercó con elegancia contenida.—Soy Marie Smith. Y sí, sé que no fui invitada. Pero vengo por algo que merece ser dicho cara a cara.Vivianne alzó apenas una ceja, evaluándola

Cap. 24: Noche de sorpresas. Desde que Nathan convenció a Marie de volver a trabajar con él como vicepresidenta comercial, todo parecía encajar con una perfección casi incómoda. El proyecto residencial avanzaba con fuerza, las cifras eran prometedoras, y los inversionistas mostraban entusiasmo. Marie, con su habitual entrega, no dejaba un solo detalle sin revisar. Estaba en su elemento. Con la cabeza fría… pero el corazón alerta.Porque Nathan Callahan, su jefe, su novio, el futuro padre de su hijo… estaba actuando extraño.Primero fueron las reuniones “de último minuto” que no figuraban en ninguna agenda. Luego, las salidas a mitad de jornada, sin avisarle. Y lo más desconcertante: las llamadas que interrumpía apenas ella entraba a la oficina.—Tengo que atender esto —decía él, bajando la voz mientras se alejaba, sin darle más explicaciones.Al principio Marie no pensó mal. Pero cuando lo escuchó hablar en voz baja en italiano idioma que no dominaba del todo, pero que jamás usaba co

Cap. 26: ¡Vas a ser el mejor papá!Habían pasado varias semanas desde la pedida de mano. El anillo brillaba en el dedo de Marie como una promesa viva, pero más allá de los vestidos, las flores y las invitaciones, lo que realmente la tenía con el corazón en la garganta era otra fecha: la de la cita médica de su madre.Esa mañana, Marie no pudo probar bocado. Tenía los nervios hechos un nudo y los antojos revueltos con ansiedad. Aun así, fue la primera en levantarse y preparar todo para ir al hospital. Emma, en cambio, lucía serena, con ese tipo de paz que solo las madres sabias pueden fingir cuando en realidad están igual de temblorosas por dentro.Nathan no pudo quedarse quieto. Aunque tenía una reunión agendada, la canceló sin pensarlo. Llegó al hospital justo a tiempo, con el ceño fruncido de los nervios y el corazón palpitando con fuerza. Sabía lo mucho que significaba ese día para Marie, y también para él.El médico los hizo pasar al consultorio, con un sobre en la mano y una expr

Epilogo: Primera parte. El sol de primavera se colaba por los ventanales altos de la nueva casa de los Callahan-Smith, una residencia amplia y luminosa en las afueras de la ciudad. Rodeada de árboles y jardines diseñados por ambos, tenía una arquitectura moderna, pero con toques cálidos que hablaban de hogar. Justo al lado, en una casa más pequeña pero igual de acogedora, vivía Emma. Independiente, serena, feliz de estar cerca de su hija sin invadir su espacio.Marie caminaba descalza por el piso de madera con su pancita de treinta y nueve semanas asomando orgullosa. Nathan insistía en que debía dejar el trabajo, pero ella no estaba lista para soltarlo todo.—Vas a tener al bebé en plena sala de juntas —le había dicho él esa mañana, entre serio y divertido.—Pues que tomen nota todos de cómo se hace un verdadero cierre exitoso —le respondió ella con una sonrisa desafiante.Pero esa mañana, las hormonas le jugaron una mala pasada.La oficina de Marie estaba perfumada con lavanda. Una