81. No te haré eso
El frío del almacén vacío se infiltraba por las rendijas, helándome hasta el punto de congelarme. La mano de Alexander, sólida y reconfortante, era mi única conexión en medio de ese mar de tristeza. Mientras caminábamos, el silencio absoluto se veía interrumpido por el eco de nuestros pasos, y nos veíamos rodeados por la oscuridad que nos abrazaba con fuerza solo combatido con una unica luz de un bombillo.Y entonces la vi. En el medio, en la distancia, atada a una silla, con una mirada de súplica y la boca amordazada. Detrás de ella habia un hombre que parecía estar vigilando a quien era mi debilidad en esos momentos. Era Emely quien era una simple inocente en este juego mortal. En mi garganta se creó un nudo de miedo. Tenía el impulso de gritar, acercarme rápidamente a ella y sacarla de ese lugar, pero Alexander me contuvo con firmeza con su mano para impedírmelo. —¡Emely! —exclamé con la voz entrecortada por el llanto.—No vayas, Dory—, me dijo Alexander, su voz grave resonando en
Leer más