LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 33. Mentiras que no terminanSu corazón latía tan rápido que por un momento Charlotte sintió que el dolor de aquel martilleo la asfixiaría. ¿Cómo era posible que las mentiras no hubieran terminado aún? ¿Cómo era posible que Lawrence le hubiera ocultado toda aquella sórdida historia con su madre y jamás se lo hubiera dicho?Sabía que Darcy y Conrad lo habían traicionado, pero jamás había imaginado un adulterio de por medio, o que alguna de ellas no fuera la hija de Conrad Pearce.Nadie se atrevió a detenerla mientras salía del edificio; su corazón estaba ofuscado, su cerebro estaba aturdido, las ganas de llorar se le hacían un nudo en la garganta, y ni siquiera sabía por dónde estaba caminando ni hacia dónde.Las luces potentes y cercanas de un auto no la hicieron reaccionar, y Charlotte se quedó paralizada un segundo, hasta que el impacto contra su cuerpo la hizo caer de lado sobre la acera.Escuchó un gruñido bajo de dolor que no era suyo; y el auto pasó pi

LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 35. La ironía perfectaQuizás era de esa clase de amenazas que no servía para nada. Quizás estaba contando con que aún le importaba un poquito a Charlotte; pero la forma en que sus pupilas se dilataron al escucharlo decir aquello, le dio una mínima esperanza.La besó despacio, acariciando sus labios con un gesto gentil antes de rodar sobre la arena y llevarla consigo. El tiempo se volvió nulo mientras la metía de nuevo al agua, dejando que se llevara toda la arena pegada a su piel y luego la envolvía en su camisa para sacarla de allí. En una tiendita de carretera compró ropa de souvenir para los dos y Charlotte ni siquiera se quejó mientras él la vestía en silencio y le daba un beso en la frente.—¿Quieres que me quede? —preguntó Blake estacionando frente a la verja de la entrada de la mansión Dalton, pero Charlotte negó.—No, hay muchas cosas ahí adentro que todavía necesito resolver —dijo ella con cansancio y se alejó del auto sin siquiera despedirse.Blak

LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 37. El hombre y el monstruoFuriosa. Histérica. Con los peores instintos desatados y Dios y el diablo eran testigos de que aquella mujer tenía una capacidad especial para los peores y más bajos instintos.Callie salió de la Clínica de Medicina Forense y se fue a tocar a la puerta de aquel departamento, que era donde único podía descargar realmente el tipo de persona malvada y retorcida que era.—¡Es que no puedo creerlo! ¡Tantos años aguantando a la estúpida de mi hermana, tantos años viendo cómo todo el mundo la trataba como la niña perfecta y buena...! ¡Y ahora resulta que se convirtió en la arpía perfecta! ¡Es que me da asco hasta cuando es una hija de put@! —espetó llena de ira, caminando por el salón, mientras aquel hombre que siempre le aguantaba los berrinches la miraba con curiosidad.—Lamento haberme perdido el espectáculo —sonrió él con sarcasmo—. Me dijeron que el show en el lanzamiento del hotel del Country Club fue espectacular.—Y a todas estas

LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 39. Un avance del infierno.Podía decir que no era él, y de eso estaba completamente segura porque la complexión estaba lejos de ser la misma, pero definitivamente tenía que ser alguien que lo conocía lo suficiente como para saber que tenía aquella cabaña.Sin embargo no hizo ni un solo gesto que la delatara, solo forzó de nuevo aquellas lágrimas en sus ojos, y no tuvo que fingir demasiado porque de impotencia y de rabia también se podía llorar.Frente a ella, su secuestrador mostró el diario de aquel día y un celular que llevaba en la otra mano.—No te lo puedo negar, esas lágrimas van a quedar espectaculares en las fotos. Solo dame un rato para ocuparme de lo urgente y luego te garantizo que te haré llorar de veras. ¿De acuerdo? —le pidió con aquella voz ronca y un poco distorsionada, y Charlotte apretó los dientes mientras recibía aquel periódico contra su pecho—. ¡Excelente, agárralo bien! Que se vea la fecha.Durante segundos que a la muchacha le pareci

LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 41. La inocencia perdidaEl sonido de la ducha le estaba rompiendo a Blake el corazón, porque cuanto más se alargaba, más sabía que Charlotte estaba haciendo un intento desesperado por limpiarse de todo lo que le había sucedido.Su primer instinto, el más fuerte, lo llevaba a abrir aquella puerta, meterse con ella debajo de la ducha, besarla, abrazarla y decirle que absolutamente nada iba a pasarle porque él no lo permitiría de nuevo, aunque tuviera que convertirse en su sombra para siempre. Sin embargo, su parte tristemente racional sabía que no podía hacerlo, que tenía que darle el espacio suficiente para que ella se enfureciera, se desahogara, gritara, llorara, e hiciera lo que tuviera que hacer para estar mejor.Así que hizo lo único que podía en ese momento, que era apartarse un poco e ir a la cocina por un vaso de leche o a preparar algo de té. Realmente ni siquiera sabía cómo estaba andando, porque la impotencia que lo dominaba era mayúscula. Sin emba