Sofía entró tambaleándose a la habitación, escoltada por un soldado cauteloso. Los ojos fríos de Jasper se posaron en ella.—Hey, tú —le espetó al soldado—. Átala a la silla.El soldado se quedó paralizado, visiblemente conflictuado.La voz de Jasper cortó el silencio como un cuchillo. —Hazlo, o dejaré que mi tío se encargue de ti.Dominado por el miedo, el soldado asintió.Tomó un trozo de cuerda y aseguró las muñecas y tobillos de Sofía a la silla. Su rostro se tornó pálido como un fantasma.Su voz tembló mientras suplicaba: —Por favor, no hagas esto.Jasper hizo un gesto despectivo hacia el soldado. —Tú, lárgate.La puerta se cerró tras ellos, dejando a Sofía a solas con él.Se acercó lentamente, con una mirada oscura llena de hambre desenfrenada.—Me costaste mi hombría —gruñó—. Ahora te haré sufrir.Los ojos de Sofía se abrieron de par en par, su pecho oprimido por el terror. —Por favor, señor Jasper, no...—¡Cállate! —rugió, golpeándola en la mejilla.Ella jadeó por el dolor, su
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